El sonido de los pasos de Leonardo retumbaba con fuerza sobre el mármol del vestíbulo principal de la empresa Salvatore Entreprise. Era temprano, demasiado temprano incluso para él, pero había salido de casa con el impulso de recuperar lo que estaba perdiendo. La noche anterior había sido un desastre. Alanna se había encerrado en sí misma, con esa mirada ausente que lo hería más que cualquier reproche. No había gritos, no había discusiones… pero el silencio entre ellos era tan estruendoso que lo sentía romperle el pecho.
Subió directo al piso ejecutivo. Saludó con una mueca seca a los empleados que ya rondaban por los pasillos, y se dirigió a la oficina que compartía con Alanna en los últimos meses. Abrió la puerta, esperando encontrarla como siempre: leyendo informes, corrigiendo propuestas, fingiendo normalidad entre las ruinas.
Pero el asiento estaba vacío.
La lámpara de su escritorio apagada.
Ni una taza de café, ni el olor de su perfume flotando en el aire como solía.
—¿Dónde est