Leonardo entró a la empresa con paso firme. Aunque había dormido poco la noche anterior, su mente estaba más clara que nunca. La conversación con Alanna lo había dejado pensativo, pero estaba decidido a demostrarle que no había lugar para la desconfianza entre ellos.
Sin embargo, el destino parecía empeñado en ponerlo a prueba.
Al abrir la puerta de su oficina, se encontró con Alexa, elegantemente vestida y con una expresión que mezclaba determinación y algo más… algo que él prefería ignorar.
—Vaya, por fin te dignas a aparecer —dijo ella con una sonrisa ladeada, recargándose contra su escritorio—. Pensé que seguirías evitándome después de nuestro último encuentro.
Leonardo no reaccionó a su provocación. Caminó hacia su silla con calma, dejando los documentos sobre la mesa.
—No te estaba evitando. He tenido asuntos más importantes de los que ocuparme.
Alexa soltó una ligera risa y cruzó los brazos.
—Lo sé. Alanna, ¿cierto? —murmuró con un deje de burla—. ¿Ella ya sabe que soy tu socia