El ambiente en la torre ejecutiva de la empresa Sinisterra era denso esa mañana. Los pasillos, que usualmente vibraban con un ritmo marcado por el taconeo elegante de asistentes, el murmullo de conversaciones en oficinas cerradas y el aroma inconfundible del café recién preparado, parecían hoy envueltos en una tensión inusitada. Había algo en el aire. Una espera silenciosa, un eco contenido. Como si todos supieran, instintivamente, que algo estaba por suceder.
Allison Sinisterra, con su andar calculado y su vestimenta perfectamente entallada, cruzaba el vestíbulo principal con una seguridad casi teatral. Sonreía con condescendencia a los empleados que la saludaban, aunque ni siquiera les dirigiera la mirada completa. Desde su "retiro forzado" del cargo de vicepresidencia de Imagen y Relaciones Estratégicas, su orgullo había sido herido, pero su determinación de recuperar su trono había crecido el doble.
Esa mañana, sin embargo, al llegar a su oficina habitual para tomar algunos papele