Dyamon no entendía del todo lo que ocurría, pero su pequeño corazón latía con violencia mientras aquellas enormes alas batían el aire una y otra vez. El hibrimorfo que lo llevaba sujeto lo sostenía con la fuerza de un depredador que no pensaba soltar a su presa. Para cualquiera, habría parecido una criatura majestuosa: mitad hombre, mitad ave, con plumas que brillaban bajo la luz del cielo nublado. Pero para el niño, aquello era una pesadilla hecha realidad.
Dyamon lloraba sin poder contenerse. A pesar de ser solo un cachorro, su instinto le gritaba que algo terrible había ocurrido. Él siempre había soñado con volar, sí… Desde que tenía memoria, imaginaba elevarse como las aves que veía desde la ventana del castillo.
Pero no así. No secuestrado. No arrancado de los brazos de su madre. No sintiendo el frío de la altura y el pánico que le comprimía los pulmones.
Entonces, en medio de su llanto, miró sus pequeñas manos temblorosas. Recordó algo que siempre había sentido dentro de él, como