El amanecer en la isla era una pintura en tonos dorados y azules, y por un momento, Melisa pensó que todo podía ser sencillo, que su vida comenzaba a tomar forma nuevamente. Que podía reír, terminar el trabajo que comenzó en el viaje, regresar cada uno a su vida y pretender que no habían compartido noches de locura y deseo con su jefe.
Se había levantado temprano, dejando a Sebastián profundamente dormido en la cama, enredado en las sábanas, con el cabello revuelto y esa expresión de paz y felicidad que hacía dos días la notaba. Lo miró una última vez antes de salir silenciosamente a caminar por el hotel.
Lo necesitaba. Un momento para respirar, un momento para estar sola, tomó un café del comedor y con el aroma del mismo acompañado de la brisa marina, se hizo la promesa de un nuevo comienzo.
No había caminado mucho cuando una voz conocida la detuvo, interrumpiendo su paz.
-- Melisa… -- ella giró sobre sus talones para encontrarse con Francisco.
Perfectamente arreglado, pero con una expresión distinta. Vulnerable. Casi desesperada.
-- ¿Podemos hablar? – le preguntó acercándose peligrosamente, Melisa miró por detrás de su hombro, le había llamado la atención no ver a Sofia desde el día anterior, quería preguntar por ella, pero su ego no se lo permitía.
-- Por favor – suplico él, y Melisa no pudo decirle que no. No tenía miedo de enfrentarlo. No después de todo lo que había vivido. No después de descubrir que era mucho más fuerte de lo que alguna vez pensó.
Francisco caminó hasta llegar a una banca, justo debajo de una palmera, un lugar fresco y refrescante. Se sentaron bajo la sombra. Ella no dijo nada. Era él quien quería hablar con ella, y Melisa así lo entendió, dejando que sea él quien se expresara.
-- Sé que no merezco ni un minuto más de tu tiempo – empezó Francisco, frotándose las manos, nervioso. – Melisa se que la cagué, fui un completo idiota, actué como un maldito neandertal perdiendo a la mejor mujer que laguna vez tuve en mi vida –
Melisa respiró hondo manteniendo una expresión serena.
-- No voy a justificarme. No hay excusas para lo que pasó con Sofía. Solo... quiero que sepas que fue un error. Una estupidez que me costó todo. Te amo, Melisa. Siempre te amé – Melisa lo escuchó, era la primera vez que sentía que era sincero con ella y por alguna razón se sintió bien, no sintió nada de nada.
Melisa pensaba que todavía albergaba sentimientos por él, era su ex y hacia muy poco que se separaron, pero no era asi. Meli estaba tranquila, demasiado para ser exactos. Las palabras que dijo Francisco se quedaron flotando en el aire, quizás si las hubiese dicho el día que fue a buscarla a su oficina, ella lo hubiera perdonado, olvidando lo que paso con Sofia, y ella con Sebastian, pero ahora… esas palabras las sintió pesadas.
Melisa bajó la mirada a su café. No lloraría por nadie, y menos lo haría por él.
-- No sé si sirva de algo decirte esto – continuó Francisco, inclinándose hacia ella para buscar sus labios, -- pero si me das una oportunidad... te prometo mi amor que pasaré el resto de mi vida demostrándote que te elijo a ti. Siempre fuiste tú – ella levantó la mirada y por un instante sus labios se rosaron, él se había inclinado demasiado, Melisa por un segundo pensó en todo lo que habían vivido juntos, todos los recuerdos compartidos, los éxitos y algunas derrotas… todo lo que había soñado con él y todo lo que había perdido también.
Pero también pensó en la mujer que era en este momento. En la mujer que Sebastián Novak se había fijado, y a quien había mirado como si fuera un huracán imposible de resistir. Una mujer que había resurgido de las cenizas.
-- Francisco – comenzó a decirle con voz firme, segura, sin temblores ni miedo. -- No te odio. Ya no. Pero tampoco te amo. Lo nuestro terminó el día que decidiste humillarme de la peor manera. No hay vuelta atrás –
-- Pero yo te amo, podemos dejarlo todo atrás y continuar lo que teníamos mi amor –
-- Lo siento, pero yo no te amo. Además, esta Sofia… ¿Dónde esta ella? – esa pregunta la quiso hacer desde que lo vio, cada vez que se acercaba siempre estaba Sofia con él, pero desde ayer no la había visto.
-- Ya no estoy con ella, le pedí que se fuera… por ti. No quería hacerte sentir mal – Melisa sonrío, en ese momento Francisco solo le daba pena, eso era lo único que podía sentir por él… lástima.
-- No te guardo rencor, pero tampoco quiero revivir algo que ya está muerto para mí. Suelta el pasado, Francisco. Yo ya lo hice – él abrió la boca para insistir, pero ella negó con la cabeza.
-- No lo hagas por favor, volver contigo no es lo que quiero ahora – Francisco la vio levantarse e hizo lo mismo, la tomó del brazo y la jalo hacia él, abrazándola con fuerza, esperando revivir algún sentimiento en ella.
Melisa quiso alejarse, pero él se lo impidió, en cambio levantó la mirada y se encontró con una sombra que los observaba desde lejos, era Sebastian. Pudo ver como los ojos de su oponente se oscurecían mientras lo miraba desde lejos, viéndolo cerrar los puños lleno de frustración.
Melisa no lo vio y tampoco escuchó el gruñido bajo que escapó de la garganta de Sebastian cuando Francisco en un último gesto desesperado, giró su rostro para intentar besarla.
Pero Sebastian desde lejos observó todo, dejando caer el ramo de flores que había comprado para ella, mientras se alejaba de ahí con el corazón destrozado…
“Parece que las cosas vuelven a su lugar… solo espero que no te vuelvan a romper el corazón señorita Hart. Al parecer lo nuestro fue un error más ocurrido en este viaje”
Cuando Melisa regresó a la suite se encontró a Sebastián ya estaba duchado, vestido impecablemente con un traje, listo para el cierre, estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia la nada. No la miró cuando entró, tampoco la saludo y mucho menos le sonrió.
Esa mañana se fue solo a la ceremonia de cierre.
-- ¿No necesitas que vaya contigo? – le preguntó Melisa al verlo caminar hasta la puerta,
-- No es necesario, es solo la clausura. Puedes aprovechar tu mañana, el vuelo sale por la tarde todavía – le recuerda, como si ella no estuviera al tanto, cuando era ella quien tenía el itinerario que Daniel le envío, pero Melisa no prestó mucha atención a su actitud, pensó que estaba en modo presidente Novak y decidió tomarse la mañana para arreglar su equipaje. Tenía ropa nueva que necesita ver dónde colocar.
Por la tarde, Sebastian regresa a la habitación.
-- ¿Está todo Listo para el vuelo de regreso? – le preguntó, su tono era cortante, demasiado profesional.
Melisa parpadeó, confundida por el cambio de actitud. Pero no preguntó. No era su lugar. Ella terminó de arreglarse en silencio. Recogió su bolso, tomó su maleta. Y mientras caminaban hacia el transporte que los llevaría al aeropuerto, entendió algo muy claro:
"Lo que pasó en la isla... se queda en la isla."
No iba a aferrarse a algo que no tenía futuro. No iba a permitir que una aventura pusiera en riesgo su trabajo, su nueva vida, su dignidad. Si Sebastián Novak quería tratarla como a una simple empleada... ella sería la mejor empleada que jamás tuvo.
Y en cuanto a su lo que pasó con él... ya encontraría la forma de seguir adelante. Otra vez.
El aeropuerto de la isla vibraba con el bullicio de los pasajeros, turistas cargando sombreros de paja, maletas golpeándose entre sí, niños correteando entre los asientos en la sala de espera. Un auténtico caos semi organizado.Sebastian se arrepentía de no haber volado en el avión privado, pero con el problema familia de Daniel, las cosas en este viaje cambiaron para él. Eso sin mencionar el hecho de que se sentía utilizado por Melisa, quien según él había vuelto con su ex.Melisa soportando la indiferencia de Sebastian quien se estaba comportando como un maldito iceberg, mientras que ella intenta aparentar que nada le interesa.En realidad, había algo patéticamente gracioso en todo eso, porque después de haber compartido noches de lujuria, susurros roncos en la oscuridad y conversaciones intensas, ahora los dos apenas si se dirigían la palabra. Tratándose como si fueran dos extraños en un viaje de negocios, o mejor dicho peor a como se tratarían secretaria y jefe.Y lo peor de todo
Cuando el carrito de bebidas volvió a pasar, Melisa pidió una copa más. Necesitaba algo que adormeciera los recuerdos, que calmara el dolor ridículo que se agolpaba en su pecho.De reojo notó un movimiento, era Sebastian quien la estaba mirando, su corazón se aceleró solo con esa mirada. Ella bebió el contenido de su copa en un sorbo. No entendía lo que pasó con él, ese cambio de actitud así de brusco…Francisco también notó la mirada intensa de Sebastian, la misma que decía mil cosas sin necesidad de decir una palabra y volvió a aprovechar la situación. Le ofreció su hombro a Melisa,-- ¿Te molesta si te apoyas un rato? – le preguntó. -- Pareces cansada Mel – ella dudó un segundo. Entonces, sabiendo que Sebastián tenía sus ojos clavados en ella, sonrió dulcemente y apoyó la cabeza en el hombro de su ex, estaba cansada de tener que escuchar la melosa voz de Mariel desde su asiento y ver como interactuaba con su jefe, sobre todo después de que él le había confesado que no la soportaba
Capítulo 19. Frialdad en los pasillos. Parte IICuando el reloj marcó las cinco de la tarde, Melisa decidió salir un momento a despejarse. Caminó hacia la pequeña cafetería del edificio y pidió un café doble, intentando ahogar en cafeína la maraña de emociones que la estaban asfixiando.Se sentó en una mesa apartada y dejó que la mente viajara libremente, por primera vez desde que bajaron del avión.Recordó el momento en que Sebastián la había mirado en la playa, como si fuera un milagro prohibido, cuando estaban juntos tendidos en la cama aun sin tener contacto íntimo, como le susurro que sabía que era ella la mujer que estuvo con él en aquel hotel.Recordó cómo había acariciado su mejilla antes de besarla, como si temiera que ella saliera huyendo de ahí.Recordó cómo sus cuerpos se habían encontrado, una y otra vez, como si el universo entero hubiera conspirado para unirlos.-- ¿Todo eso había sido un juego para él? – se pregunto en voz alta, intentando pensar si alguien podría fing
Su abuela Catalina, no había querido seguir discutiendo con su nieto. Ella creía fielmente en las imagines que Mariel le había se había encargado de enviarle, asi que prefirió responderle a Sebastian enviándole a su teléfono la foto que tanto había mirado ella y su esposo Don Santiago Novak.Cuando Sebastian recibió la imagen que su abuela le envió se atragantó de horror.Era él.En la playa.De espaldas, y en sus brazos... estaba una Melisa coqueta en bikini, con su cabello de color de la nuez volando libre con el viento, riendo con esa risa cristalina que lo había perseguido en sueños.Sebastian no lo podía creer, pensó durante todo ese tiempo en la única tarde que se habían escaparon a pasear por la orilla del mar, que se iba a imaginar que las cosas terminaran como lo hicieron, o peor aún que alguien le haya tomado una fotografía asi… Melisa aferrada a su cuello como si no existiera nada más en el mundo que ellos dos.Luego de haber caminado por una hora sin saber que hacer, vuelv
Melisa lo observó durante un largo segundo, en ese segundo, todas las imágenes de las noches que habían compartido, de las caricias, los besos, las miradas, todo desfilo ante sus ojos.La idea de sentarse a la mesa fingiendo ser su novia... era peligrosa. Mucho más de lo que Sebastián podía imaginar. Pero también era deliciosa.Melisa sonrió, de forma maliciosa al pensarlo. ¿Qué puedo perder? ¿Quizás consiga hacerle saber que se equivoco al menospreciarme?-- Está bien – le dijo, aceptando la propuesta. Sebastian parpadeo sorprendido, había pensado que lo mandaría por un tubo, pero oírla decir sí, se sintió bien.-- ¿Así de fácil?, ¡En serio! ¿No te vas a arrepentir después? – ella negó,-- Digamos que me debe muchas explicaciones señor Novak. Y si esto me da un poco de ventaja… -- lo miró con una sonrisa torcida-- La voy a aprovechar, pero eso sí, lo haré, con una condición – Sebastián frunció el ceño, luego sonrío con esa sonrisa que hacia que a ella se le apretara el estómago.--
A la mañana siguiente, Sebastián llegó temprano a la oficina, aunque no pudo concentrarse del todo. Tenía la imagen de Melisa riendo, hablando con sus abuelos, fingiendo con una naturalidad que lo confundía. No sabía en qué momento se había vuelto tan consciente de sus gestos, de su olor, de la forma en que cruzaba las piernas cuando se sentaba frente a él.Melisa llegó unos minutos después, sin lentes y con el cabello suelto. Sebastián levantó la vista sin querer, y sintió una punzada en el estómago, se había quedado a propósito en el lobby para verla llegar.-- Buenos días, señor Novak – lo saludó ella, con su voz habitual.-- Buenos días, Hart – le respondió él, secamente.Ella lo miró un segundo más de la cuenta, pero luego siguió su camino a su escritorio. Tal vez era mejor que las cosas volvieran a su lugar.Tal vez...Sin embargo, las cosas no tardaron en descontrolarse nuevamente.Durante el almuerzo, Sebastián recibió una videollamada de su abuela.-- ¡Sebastián! ¿Dónde está
El lunes por la mañana, la oficina parecía un mundo aparte. Sebastián estaba distante, frío, volviendo a ese jefe inalcanzable que Melisa había conocido los primeros días. Pero ella no podía ignorar que había algo más. No era solo profesionalismo... era tensión. Una tensión que crecía más y más dentro de él.Ese día, mientras organizaban unos documentos en la sala de reuniones, sus manos se rozaron.Melisa se alejó un paso, consciente del estremecimiento que la recorrió.-- No deberías seguir jugando con fuego – le dijo sin mirarlo.-- ¿Y si me gusta quemarme? – le respondió él, con voz ronca.Melisa giró para encararlo. La cercanía era peligrosa. Sus labios estaban a centímetros. Él levantó la mano, apenas rozando su mejilla. Y entonces la puerta se abrió, era Daniel, su asistente.-- Sebastián, hay una llamada urgente de tu ex… Mariel – le informó. La burbuja explotó. Melisa se alejó de inmediato. Sebastián, molesto, asintió y se fue sin decir nada, él mismo había estado llamando a
Una vez dentro, doña Cata se acomodó en la cabecera de la mesa como si estuviera en la mansión Novak, cruzando las piernas y retirándose las gafas. Don Santiago se sentó junto a ella, mientras Melisa y Sebastián tomaban lugar al frente, uno al lado del otro, como si fueran a presentar un balance trimestral… o anunciar su compromiso.--Bueno, expliquen – le dijo Cata directamente. -- Queremos saber cómo va su relación en este entorno tan... corporativo. ¿Se ven mucho? ¿Comen juntos? ¿Toman café? ¿Tienen nombres secretos por interno? –--Abuela… —Sebastián respiró hondo, sin saber si reír o llorar. -- Estamos en horario laboral –--Y por eso mismo queremos ver cómo se manejan. Queremos asegurarnos de que esto no es solo un capricho pasajero – añadió Santiago, sonriéndole a Melisa como si ella fuera la última galleta de la caja.Melisa sintió que le ardían las mejillas. Quiso hablar, pero Sebastián la interrumpió, poniéndole una mano sobre la suya, un gesto que confundió incluso a él mis