El aeropuerto de la isla vibraba con el bullicio de los pasajeros, turistas cargando sombreros de paja, maletas golpeándose entre sí, niños correteando entre los asientos en la sala de espera. Un auténtico caos semi organizado.
Sebastian se arrepentía de no haber volado en el avión privado, pero con el problema familia de Daniel, las cosas en este viaje cambiaron para él. Eso sin mencionar el hecho de que se sentía utilizado por Melisa, quien según él había vuelto con su ex.
Melisa soportando la indiferencia de Sebastian quien se estaba comportando como un maldito iceberg, mientras que ella intenta aparentar que nada le interesa.
En realidad, había algo patéticamente gracioso en todo eso, porque después de haber compartido noches de lujuria, susurros roncos en la oscuridad y conversaciones intensas, ahora los dos apenas si se dirigían la palabra. Tratándose como si fueran dos extraños en un viaje de negocios, o mejor dicho peor a como se tratarían secretaria y jefe.
Y lo peor de todo era que ha ambos le dolía el corazón más de lo que debería, aunque no quisieran reconocerlo.
-- Señor Novak, señorita Hart. Al parecer hay un error con sus asientos – anuncio una de las azafatas en el counter de embarque mostrando una sonrisa diplomática. Melisa frunció el ceño, mientras que Sebastian se mantuvo indiferente… todo el viaje estuvo lleno de errores, desde que Daniel no pudo viajar y fue reemplazado por Melisa, hasta la cancelación de la suite personal para ella.
-- ¿Problema? – pregunto Melisa queriendo saber de qué se trataba.
-- Asi es señorita Hart. Su vuelo de regreso pasó a ser comercial – le anuncia, y Melisa no le da mucha importancia a ello, mientras la suban en el avión y la lleven de regreso a su país, todo estaba bien. Sin embargo, para Sebastian las cosas no eran igual,
-- ¿Eso que significa?, ¿Qué implica es error? – intervino de pronto Sebastián, su voz parecía perfectamente controlada, pero por dentro estaba que reventaba, una cosa era viajar en primera clase y otra muy diferente en asiento comercial.
La azafata revisó rápidamente su pantalla.
-- Debido a un error de sistema, algunos asientos fueron reasignados automáticamente. Lamentablemente no pudimos mantener sus ubicaciones originales. Lo sentimos mucho – la mujer no sabía a donde meterse, el rostro de Sebastian era de pocos amigos. -- Señor Novak, usted fue reubicado en el asiento 8B... y la señorita Hart se encuentra en el asiento 10A… --
Sebastian suspiró resignado, si hubiera estado en mejor situación con Melisa habría hecho un escandalo para que solucionen el problema, pero saber que ella había vuelto con su ex lo molestaba demasiado, agradeciendo este error para no tenerla cerca.
-- No hay problema, en este momento ya no es importante la ubicación – responde y toma su boleto con la indicación de su nuevo asiento. Melisa hace los mismo, Cuando caminaron hacia la zona de embarque, la distancia entre ellos parecía mayor que nunca.
-- Qué conveniente – murmuró Melisa apenas lo suficientemente alto para que Sebastián pudiera escuchar, ambos abordar la nave, Sebastian estaba adelante y Melisa iba detrás de él. Solo estaban a dos asientos de distancia, pero con una visión perfecta de ambos.
Luego de algunos segundos sube una pasajera inesperada, Melisa la llegó a ver buscando su asiento cuando de pronto su rostro se iluminó como si hubiera ganado la lotería en aviación.
Era Mariel y su asiento estaba justo al lado de Sebastian…
Melisa no estaba segura si quería reír o llorar. Y cuando la escuchó llamar a Sebastian con su voz melosa e irritante supo que las cosas no estarían bien.
-- Parece que hoy será un vuelo... interesante – murmuro entre dientes Melisa, mientras Sebastian se levantó para que Mariel ingresé en el asiento a su lado.
-- No puedo creer que tengamos tanta suerte, ahora si podremos ponernos al día ¿no crees Sebas? – Melisa quiso cerrar los ojos y no escuchar ese comentario, pero estaban tan cerca que era difícil no oírlo. Antes de volverse a sentar Sebastian dirigió su mirada hacia ella.
Cuando finalmente se miraron, sus ojos destilaban una chispa peligrosa. No era frío. No era indiferencia. Era una rabia contenida, celos disfrazados de sarcasmo, y una pizca de orgullo herido.
Melisa decidió ignorarlo, tomó un libro de su bolso y se concentró en las páginas con una determinación casi heroica. Pero cada mirada, cada respiración de Sebastián, la alcanzaba como una descarga eléctrica, y mientras fingía que estaba concentrada volvió a sentir como la mirada de Sebastian se clavaba cada vez más en ella.
-- Es mi turno de ignorarte jefecito – susurró mientras intentaba detener los latidos acelerados de su corazón.
El embarque de todos los pasajeros fue lento, al parecer no muchos se tomaron a bien el cambio de asiento, y mientras la tensión aumentaba, la voz melosa de Mariel la comenzaba a enloquecer.
-- Cuéntame Sebas, en realidad tienes una relación con esa muchacha o solo fue una estrategia para librarte de mí – Sebastian no respondería a eso en un día cualquiera, pero hoy estaba cabreado, y responderle a Mariel era como enviarle un mensaje mudo a Melisa.
-- En realidad es mi secretaria y bueno… ya lo sabes. Nunca vuelvo con una ex –
-- Lo sabía Sebas… sabía que todo lo hacías por mi – replica Mariel lo más alto posible, esperando que la secretaria escuche y no piense que en realidad podría existir algo entre ella y su jefe.
Pero las cosas cambiaron en cuestión de segundos, mientras Melisa intentaba concentrarse en la lectura intentando no oír lo que Sebastian y Mariel decían una voz conocida la regresa a la realidad.
-- ¡Meli que coincidencia! –
Melisa levanta la mirada y se encuentra con el rostro de Francisco frente a ella. Él hombre mueve su tiquete mostrando el número del asiento asignado, y para sorpresa de ella, era el mismo que estaba a su lado.
-- Me alegra que nos haya tocado sentarnos juntos – le sigue hablando él, -- Esto definitivamente tiene que ser una señal ¿No crees? – Melisa solo lo miró, ya había dicho todo lo que tenía que decirle a Francisco esa mañana, pero aprovechando que estaría junto a él decidió terminar de una vez con todas con sus ilusiones.
-- No es asi Francisco, solo fue una falla en el sistema, no una señal cósmica como piensas. Nosotros no estamos predestinados y eso lo debes entender – le responde ella, poniendo los ojos en blanco sin darle mayor importancia, y cuando el piloto anuncia que pronto despegarían, acomodo su asiento y se colocó el cinturón de seguridad.
Francisco rio nervioso mientras pasaba una mano por su cabello muy bien peinado. Había visto a Sebastian en el asiento de adelante y solo quería llamar su atención, dejarle claro que su relación con Melisa todavía seguía latente, pero ella no lo estaba ayudando.
-- Te ves... increíble, Meli. Como siempre – insiste en entablar una conversación, pero Melisa lo mira con seriedad. Ella quería seguir leyendo y no le importaba lo que su ex tuviera que decir.
-- ¿Vamos a pasar dos horas de vuelo en cumplidos vacíos o podemos fingir que somos adultos civilizados? – Francisco abrió la boca para decir algo dramáticamente romántico, pero en ese instante la azafata pasó exigiendo que todos coloquen sus asientos en la forma adecuada, revisando que todos los pasajeros tengan puesto el cinturón de seguridad.
Ese momento lo aprovecho Francisco para revisar el cinturón de Melisa, la había visto colocárselo solo segundos antes, pero también notó la mirada de Sebastian desde el asiento delantero, asi que debía fingir si quería separarlos del todo.
-- ¿Qué estas haciendo? – dice Melisa confundida, y retira la mano de Francisco de su regazo, él solo sonríe y mira de reojo al lugar de Sebastian dándose cuenta de que ya no los veía.
-- Solo estaba revisando que tu cinturón este bien Meli, el avión ya va a despegar –
-- No deberías hacerlo, no soy una inútil – le responde molesta. Y solo segundos después escucha la voz pegajosa de Mariel.
-- Me ayudas Sebas, no se que pasa con mi cinturón – Sebastian luego de presenciar el intimo detalle de Francisco hacia Melisa, desabrocha su cinturón y se levanta de su asiento, gira para ayudar con su cinturón a Mariel, mirando de frente el rostro de Melisa, sonriendo como si estuviera disfrutando lo que hacía. Luego regresa a su lugar, satisfecho al sentir la molestia en la mirada de su secretaria…
Una vez que el avión despego Melisa encendió la luz, y cuando la azafata se acercó le pidió una copa de licor, necesitaría toda la ayuda líquida disponible para soportar ese vuelo.
Dos filas más adelante, Sebastián ocupaba su lugar junto a Mariel. La mujer hablaba animadamente, reía, lo tocaba "accidentalmente" en el brazo cada tanto.
Y Sebastián, en lugar de apartarla, parecía disfrutar la situación. Melisa en cambio apretó los labios con fuerza. No podía permitir que eso le afectara. No podía.
No debía.
Sin embargo, cada vez que miraba hacia el frente y veía a Mariel inclinándose sobre él, sentía un calor extraño en el pecho, mezcla de rabia e indignación.
Francisco, mientras tanto, aprovechaba cada segundo.
-- Mel, ¿Sigues con ese tipo? – le preguntó, mirando hacia donde estaba Sebastián.
-- No es asunto tuyo Francisco – le respondió Melisa, seca.
-- Si lo es porque… me importas Meli – le respondió directo. – Más de lo que te imaginas – ella bebió un sorbo largo de su copa evitando mirarlo. Su mente, sin querer, volvía una y otra vez a Sebastián. A su boca, a sus caricias, a todas las cosas que habían compartido en la oscuridad de aquella habitación.
Pero Francisco no desistía, nunca lo haría.
-- ¿Te trata bien? – le preguntó, su voz bajando de tono, estaba viendo la forma como se comportaba Sebastian con su acompañante y no le gustaba para nada. Melisa soltó un suspiro.
-- No importa – le dijo. -- Nada de eso importa ya –
Servirán las escenas de celos para aclarar su relación, o los alejara para siempre...
Cuando el carrito de bebidas volvió a pasar, Melisa pidió una copa más. Necesitaba algo que adormeciera los recuerdos, que calmara el dolor ridículo que se agolpaba en su pecho.De reojo notó un movimiento, era Sebastian quien la estaba mirando, su corazón se aceleró solo con esa mirada. Ella bebió el contenido de su copa en un sorbo. No entendía lo que pasó con él, ese cambio de actitud así de brusco…Francisco también notó la mirada intensa de Sebastian, la misma que decía mil cosas sin necesidad de decir una palabra y volvió a aprovechar la situación. Le ofreció su hombro a Melisa,-- ¿Te molesta si te apoyas un rato? – le preguntó. -- Pareces cansada Mel – ella dudó un segundo. Entonces, sabiendo que Sebastián tenía sus ojos clavados en ella, sonrió dulcemente y apoyó la cabeza en el hombro de su ex, estaba cansada de tener que escuchar la melosa voz de Mariel desde su asiento y ver como interactuaba con su jefe, sobre todo después de que él le había confesado que no la soportaba
Capítulo 19. Frialdad en los pasillos. Parte IICuando el reloj marcó las cinco de la tarde, Melisa decidió salir un momento a despejarse. Caminó hacia la pequeña cafetería del edificio y pidió un café doble, intentando ahogar en cafeína la maraña de emociones que la estaban asfixiando.Se sentó en una mesa apartada y dejó que la mente viajara libremente, por primera vez desde que bajaron del avión.Recordó el momento en que Sebastián la había mirado en la playa, como si fuera un milagro prohibido, cuando estaban juntos tendidos en la cama aun sin tener contacto íntimo, como le susurro que sabía que era ella la mujer que estuvo con él en aquel hotel.Recordó cómo había acariciado su mejilla antes de besarla, como si temiera que ella saliera huyendo de ahí.Recordó cómo sus cuerpos se habían encontrado, una y otra vez, como si el universo entero hubiera conspirado para unirlos.-- ¿Todo eso había sido un juego para él? – se pregunto en voz alta, intentando pensar si alguien podría fing
Su abuela Catalina, no había querido seguir discutiendo con su nieto. Ella creía fielmente en las imagines que Mariel le había se había encargado de enviarle, asi que prefirió responderle a Sebastian enviándole a su teléfono la foto que tanto había mirado ella y su esposo Don Santiago Novak.Cuando Sebastian recibió la imagen que su abuela le envió se atragantó de horror.Era él.En la playa.De espaldas, y en sus brazos... estaba una Melisa coqueta en bikini, con su cabello de color de la nuez volando libre con el viento, riendo con esa risa cristalina que lo había perseguido en sueños.Sebastian no lo podía creer, pensó durante todo ese tiempo en la única tarde que se habían escaparon a pasear por la orilla del mar, que se iba a imaginar que las cosas terminaran como lo hicieron, o peor aún que alguien le haya tomado una fotografía asi… Melisa aferrada a su cuello como si no existiera nada más en el mundo que ellos dos.Luego de haber caminado por una hora sin saber que hacer, vuelv
Melisa lo observó durante un largo segundo, en ese segundo, todas las imágenes de las noches que habían compartido, de las caricias, los besos, las miradas, todo desfilo ante sus ojos.La idea de sentarse a la mesa fingiendo ser su novia... era peligrosa. Mucho más de lo que Sebastián podía imaginar. Pero también era deliciosa.Melisa sonrió, de forma maliciosa al pensarlo. ¿Qué puedo perder? ¿Quizás consiga hacerle saber que se equivoco al menospreciarme?-- Está bien – le dijo, aceptando la propuesta. Sebastian parpadeo sorprendido, había pensado que lo mandaría por un tubo, pero oírla decir sí, se sintió bien.-- ¿Así de fácil?, ¡En serio! ¿No te vas a arrepentir después? – ella negó,-- Digamos que me debe muchas explicaciones señor Novak. Y si esto me da un poco de ventaja… -- lo miró con una sonrisa torcida-- La voy a aprovechar, pero eso sí, lo haré, con una condición – Sebastián frunció el ceño, luego sonrío con esa sonrisa que hacia que a ella se le apretara el estómago.--
A la mañana siguiente, Sebastián llegó temprano a la oficina, aunque no pudo concentrarse del todo. Tenía la imagen de Melisa riendo, hablando con sus abuelos, fingiendo con una naturalidad que lo confundía. No sabía en qué momento se había vuelto tan consciente de sus gestos, de su olor, de la forma en que cruzaba las piernas cuando se sentaba frente a él.Melisa llegó unos minutos después, sin lentes y con el cabello suelto. Sebastián levantó la vista sin querer, y sintió una punzada en el estómago, se había quedado a propósito en el lobby para verla llegar.-- Buenos días, señor Novak – lo saludó ella, con su voz habitual.-- Buenos días, Hart – le respondió él, secamente.Ella lo miró un segundo más de la cuenta, pero luego siguió su camino a su escritorio. Tal vez era mejor que las cosas volvieran a su lugar.Tal vez...Sin embargo, las cosas no tardaron en descontrolarse nuevamente.Durante el almuerzo, Sebastián recibió una videollamada de su abuela.-- ¡Sebastián! ¿Dónde está
El lunes por la mañana, la oficina parecía un mundo aparte. Sebastián estaba distante, frío, volviendo a ese jefe inalcanzable que Melisa había conocido los primeros días. Pero ella no podía ignorar que había algo más. No era solo profesionalismo... era tensión. Una tensión que crecía más y más dentro de él.Ese día, mientras organizaban unos documentos en la sala de reuniones, sus manos se rozaron.Melisa se alejó un paso, consciente del estremecimiento que la recorrió.-- No deberías seguir jugando con fuego – le dijo sin mirarlo.-- ¿Y si me gusta quemarme? – le respondió él, con voz ronca.Melisa giró para encararlo. La cercanía era peligrosa. Sus labios estaban a centímetros. Él levantó la mano, apenas rozando su mejilla. Y entonces la puerta se abrió, era Daniel, su asistente.-- Sebastián, hay una llamada urgente de tu ex… Mariel – le informó. La burbuja explotó. Melisa se alejó de inmediato. Sebastián, molesto, asintió y se fue sin decir nada, él mismo había estado llamando a
Una vez dentro, doña Cata se acomodó en la cabecera de la mesa como si estuviera en la mansión Novak, cruzando las piernas y retirándose las gafas. Don Santiago se sentó junto a ella, mientras Melisa y Sebastián tomaban lugar al frente, uno al lado del otro, como si fueran a presentar un balance trimestral… o anunciar su compromiso.--Bueno, expliquen – le dijo Cata directamente. -- Queremos saber cómo va su relación en este entorno tan... corporativo. ¿Se ven mucho? ¿Comen juntos? ¿Toman café? ¿Tienen nombres secretos por interno? –--Abuela… —Sebastián respiró hondo, sin saber si reír o llorar. -- Estamos en horario laboral –--Y por eso mismo queremos ver cómo se manejan. Queremos asegurarnos de que esto no es solo un capricho pasajero – añadió Santiago, sonriéndole a Melisa como si ella fuera la última galleta de la caja.Melisa sintió que le ardían las mejillas. Quiso hablar, pero Sebastián la interrumpió, poniéndole una mano sobre la suya, un gesto que confundió incluso a él mis
Melisa obedeció, y solo cuando la puerta se cerró detrás de ella, Sebastián se dejó caer en su silla con un largo suspiro.-- No puedo creer lo que acaban de hacer –-- Tus abuelos son una hermosa arma de destrucción masiva – le dijo Melisa, quien se dejó caer en la silla frente a él. -- ¿Cómo se les ocurrió aparecerse aquí? –-- No tengo idea. Pero me queda claro que no se tragaron nuestra farsa – gruñó él y Melisa suspiro dudosa.-- ¿Estas seguro de eso? – él asintió.-- No solo eso. Ellos vinieron a propósito solo para lanzarnos al ruedo como si fuéramos una pareja oficial. Y ahora… todos lo creen. Al final se salieron con la suya – dijo él y Melisa abrió los ojos pensando que ese par de ancianos era más peligroso que su nieto.Sebastián se frotó la frente con un gesto cansado.-- Ahora no podemos desmentirlo sin hacer el ridículo. Y si lo negamos, ellos volverán con más fuerza –Melisa lo miró, sin decir nada. El ambiente estaba cargado. No solo de rumores y nerviosismo, sino tamb