91.

Los brazos de Ismael fueron mi refugio. Siempre lo habían sido. No había encontrado un lugar que me hiciera sentir más en calma, y no sepas que los brazos de aquel hombre, apretándome con fuerza, sintiendo la dureza de su carne entre mis piernas.

Lo besé y lo abracé, y dejé que todo mi deseo y mis frustraciones, el miedo, salieran en ese momento. Las dejé ir, las dejé fluir entre sus brazos, entre el suave ardor que se convirtió pronto en una cascada de placer inconcebible, en mi humedad, que permitió que se deslizara tan profundo dentro de mí que me sentí completamente llena.

Su cuerpo desnudo sobre el mío me hizo sentir amada, herida. Me hizo sentir parte de algo. Eso era lo que significaba Ismael para mí: sentirme parte de algo. Porque nunca me había sentido parte de nada. No me sentía parte de Luna Azul. Nunca me habían hecho ser parte de ella. Y ahora que, se supone, era la heredera de Flagela, tampoco me sentía parte de ello.

Era extraño. Era como si fuese una extraña en cualqui
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