215.
No fue más que mi puro instinto el que hizo que abriera mi hocico con rapidez. Mi poder de hielo escapó. Me sentía como una especie de dragón, pero en vez de fuego, de hielo, que contrarrestaba la fuerte oleada de candela caliente que lanzaba el vampiro hacia mí.
Ahora estaba más asustada, porque Lilith estaba peleando con su propia madre en el suelo, revolcándose la una contra la otra. Podía escuchar en los pensamientos desesperados de la muchacha cómo intentaba hacer recapacitar a su madre, pero yo sabía que no podía hacer nada. Nada había hecho cambiar de opinión a Elena, ni siquiera traicionar a su propia hija, ni siquiera enviarla a la muerte para pelear contra Ismael. Lo único que ella quería era poder ayudar a su queridísimo Mordor, y estaba segura de que sería capaz de matar a su propia hija para eso.
Pero no podía concentrarme en la pelea de Lilith. Tenía que concentrarme en mi propia pelea. Mordor era más fuerte que nunca. Tal vez aún estaba débil por la tremenda paliza que