185.
—Tenemos que estar más cerca —le dijo Salomón a Sirius mientras descendía un poco.
Pero el muchacho pensó que tal vez no era una muy buena idea. Sinceramente, estuvo seguro de que no iba a ser una buena idea.
—No creo —le dijo el muchacho, a pesar del aire que golpeaba sus oídos.
Salomón sacudió su cabeza y su cabello oscuro. Donde ojo en el vientre, sus alas no hacían el menor de los ruidos, pero eran fuertes, portentosas y eran capaz de llevarlos a los dos con discreción.
—Siento que necesitamos contarlos, tener al menos un estimado de cuántos pueden ser.
Volaron lo suficientemente bajo como para poder observar al ejército de Mordor sin ser realmente vistos, y Sirius pudo ver que todos parecían extrañamente decaídos, como si estuviesen esperando las órdenes de Mordor para hacer algo. Simplemente podía ver cómo, a través de una pequeña entrada en el suelo, los zombis cruzaban el velo y se amontonaban afuera.
—Tal vez es porque la grieta está inundada. No creo que hayan logrado evacua