144.

Sirius jugaba con la cabra. El pequeño animalito intentaba golpearlo con su frente como si tuviese enormes cuernos para defenderse, mientras él le apoyaba la palma de su mano en su dura cabecita. Nos habían dado habitación cómoda y muy amplia en la torreta 3. No había mucho espacio, así que Sirius y yo tuvimos que compartir habitación. Sinceramente, no me importaba. Pero, a pesar de que había pasado toda una noche entera, no había sucedido absolutamente nada.

El lugar estaba preparado para recibir una guerra mundial, pero aún así la tranquilidad que reinaba en el ambiente era aterradora. Los zombis de Mordor no aparecían, dentro de la grieta no se percibía el más mínimo de los movimientos. Intenté dormir, pero cuando tuve una extraña pesadilla, desperté agitada y nerviosa. Tuve miedo, porque en medio de aquella extraña pesadilla pude percibir el velo de la grieta, el que impedía que Mordor o cualquier criatura del submundo la atravesara. Pude sentirla, así como había sentido el corazó
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