El doctor habló con voz serena, pero firme, frente a los Villalpando, que esperaban con el alma hecha un nudo en aquella sala fría del hospital.
—El corazón del señor Villalpando fue fuerte. Resistió la operación. Y con el marcapasos colocado con éxito, creemos que su calidad de vida será mucho mejor. El peligro... ha pasado.
Por un segundo, el tiempo se detuvo.
La abuela contuvo la respiración, como si necesitara confirmarlo una vez más. Luego, sus labios temblaron y sus ojos se llenaron de lágrimas. Soltó un suspiro largo, profundo, casi quebrado.
—Gracias a Dios… —dijo, llevándose una mano al pecho, sintiendo que la esperanza volvía a respirar dentro de ella.
Esta vez, sí. Esta vez su esposo había regresado de las puertas de la muerte.
Una semana después, contra todo pronóstico, el abuelo fue dado de alta. Regresó a casa, aún débil, pero con ese brillo desafiante en los ojos que tantos conocían. Lo habían vencido muchas cosas, pero no la muerte. No todavía.
Al cruzar el umbral del h