Carol abrió la puerta de la habitación sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad. Sus ojos inmediatamente se llenaron de lágrimas al ver el hermoso lugar que había sido preparado para su bebé.
Sophie se adelantó y entró corriendo, mientras señalaba todo a su alrededor, abriendo sus bracitos preguntó:
—¿Te gusta?—sus ojitos se iluminaron.
—Me encanta —reconoció Carol.
Se había mostrado escéptica ante la idea de mudarse por unos meses a la mansión Cooper, pero luego de la insistencia de la pequeña Sophie de querer tener cerca a su hermanito, no pudo hacer otra cosa que rendirse.
Gustavo, aunque no se lo había pedido directamente, era evidente que estaba detrás de todo esto; pensó, al detallar mejor el lugar.
La habitación estaba pintada de un suave color azul, creando un ambiente cálido y acogedor. En el centro, se encontraba una cunita de madera blanca con delicados detalles tallados. La cuna estaba vestida con sábanas de algodón suave y una manta tejida a mano por su madre.
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