Carol había querido comunicarse con Gustavo luego de la conversación con Adeline, pero no sabía cómo tocar ese duro corazón.
Amaba a Gustavo, pero había momentos en los que su frialdad la dejaban desarmada, y no quería volver a ser víctima de sus crueles palabras. Estaba segura de que, en su estado, su rechazo le dolería demasiado.
Así que decidió darle tiempo al tiempo. Pero el tiempo era implacable en ocasiones.
—Gustavo —gimió Carol, a través del teléfono.
—¿Qué pasa, Carol? ¿Qué ocurre?—la voz preocupada del hombre no se hizo esperar.
—E-es hora —anunció la joven, apoyándose de la pared, mientras sentía un dolor intenso que la atravesaba desde la parte baja de su abdomen.
—Bien, no te preocupes. Mis hombres te llevarán al hospital —habló con confianza, transmitiéndole la seguridad que tanto necesitaba.
Sin embargo, Carol no entendió su último señalamiento. «¿Sus hombres la llevarían? ¿Cuáles hombres?», pensó confundida.
Y mientras ella reflexionaba sobre esto,