El eco del timbre retumbó en el pequeño apartamento. Ivana, aun con el corazón acelerado por el mensaje de Dante, abrió la puerta con cautela.
Él estaba allí, Dante. Más alto y con una presencia más oscura de lo que recordaba. Su traje impecable parecía fuera de lugar en su humilde apartamento. Sus ojos, profundos y calculadores, la recorrieron de arriba abajo con una lentitud deliberada que la hizo sentirse completamente expuesta, aun con el vestido desecho y el maquillaje corrido. – Qué rápido caen los ídolos de oro ¿verdad, Ivana? Su voz era un susurro grave y seductor, cargado de una ironía que le erizo la piel. Sin esperar una invitación, Dante traspasó el umbral, obligándola a retroceder. Cerró la puerta lentamente detrás de él y el clic de la cerradura sonó como un punto final a su vida anterior. – ¿Qué quieres? - logró decir, tratando de que su voz no delatara el temblor que sentía por dentro. En lugar de responder, Dante avanzó otro paso, reduciendo la distancia entre ellos hasta que ella pudo percibir la tenue fragancia de su colonia, amaderada y fría. Él alzó una mano y, con la punta de los dedos, apartó suavemente un mechón de pelo que caía sobre su rostro hinchado. El contacto, tan íntimo e inapropiado, fue como una descarga eléctrica. Ivana contuvo el aliento, paralizada entre la repulsión y una curiosidad inexplicable. –Vine a hacerte una oferta que no podrás rechazar–murmuró, inclinándose tanto que sus labios casi rozaron su oreja. Su aliento era cálido contra su piel, un contraste perturbador con la frialdad de sus palabras. –Pero primero, tienes que entender completamente tu…situación. Sin mi ayuda, no eres nadie. Sólo un bonito recuerdo descartado. Ivana quiso apartarse, indignada, pero su espalda ya estaba contra la pared. Literalmente. –Deja de jugar conmigo–susurró con rabia pero sin convicción. Dante esbozó una sonrisa ladeada, un gesto peligrosamente atractivo. –Oh, no estoy jugando, preciosa. Esto es lo más serio que he estado en años. –Su mirada descendió a sus labios por un instante, breve pero suficiente para que el corazón de Ivana se acelerara de nuevo, esta vez no solo por el miedo. –Eliot te veía como un trofeo. Tus padres como accesorio. Yo…yo veo el fuego que arde detrás de esos ojos asustados. Veo la rabia que quieres negar. –¿Por qué yo? –preguntó Ivana, recuperando el aliento y con él, un poco de su orgullo. – ¿Solo para fastidiar a tu familia? Dante se rió, un sonido bajo y vibrante que parecía resonar en lo más hondo de ella. – Que pequeño sigues pensando. Esto va mucho más allá de Eliot o de los Lauren. –Su mirada se volvió intensa, casi devoradora. –Tú y yo somos lo mismo. Hijos del error, de la traición. Juntos, no solo nos vengaremos… nos reinventaremos. Antes de que ella pudiera responder, Dante se dirigió a la puerta. –Lee la carpeta. Piensa en lo que te he dicho. –Abrió la puerta y, justo antes de salir, se volvió por última vez. Su mirada era una promesa y una amenaza. –Y Ivana…cuando decidas decir que sí, ven a buscarme. No me gusta esperar.