El reloj del despacho marcaba la medianoche. La tensión en la oficina se palpaba en el aire. Ivana frente a Dante lo miraba como quien no admite una excusa. A él esa actitud desafiante que ella tenía en ese momento le llenó el corazón de orgullo. Esa era la mujer que él amaba y la que quería en su vida.
—¿Estás segura? —murmuró, rompiendo el silencio.
Ivana lo miró con recelo, pero no se movió solo le hizo un breve gesto con su cabeza para que hablara. Dante cruzó la oficina, se apoyó en el borde del escritorio y soltó el aire como si llevara años reteniéndolo.
—No todo lo que tengo viene del apellido Brown que todos conocen. Mi padre… nunca me dio nada fácil. Me preparo para algo más grande, algo oscuro, algo que llevamos arrastrando por generaciones y para lo que soy realmente bueno. —Sus ojos se oscurecieron—. He tenido que liderar un mundo que nunca deberías conocer: contrabando, deudas, lealtades compradas con sangre. Ese es el legado que heredé.
Ivana tragó saliva. Una parte de