La mansión se encontraba en silencio a esa hora de la madrugada, Ivana se despertó con el insistente sonido de la vibración de su teléfono sobre la mesita de noche. La pantalla no mostraba un número que ella reconociera, solo “llamada entrante”. Algo en el pecho le dio un vuelco antes de contestar.
—¿Sí? —dijo, con la voz todavía empañada por el sueño.
Al otro lado, una voz metálica y gruesa pronunció de manera fria y cortante;
—Si no dejas a Dante y te vas lejos, te arrepentirás.
Una corriente fría le recorrió la espalda. No era una broma; sus palabras eran serias, una sentencia, una amenaza que ella no podía ignorar.
Se vistió en silencio, sin prisa pero sin pausa y salió al corredor; toda la casa se encontraba dormida, no se sentía ni un alma en los anchos y oscuros pasillos que en ese momento le causaban escalofríos. Fue hasta el despacho de Dante, donde la puerta estaba entreabierta. Lo encontró enfrascado en papeles, la silueta recortada por la lámpara.
—Me llamaron para hacer