La iluminación de la habitación era todavía más tenue que la anterior. Sobre las paredes colgaban retratos de distintos juegos de hacer, lujosos casinos y naipes antiguos, como ídolos de un culto clandestino. Las gruesas alfombras amortiguaban los pasos, y cada mueble parecía elegido con precisión para dar la sensación de “confort” a los jugadores.
Liliana atravesó la sala hasta detenerse frente a poltrona de madera y cuero situada al lado izquierdo del sillón que Nikollò tomó para sentarse.
Alessandro cruzó la nueva sala con seguridad en cada paso que daba. Las miradas que lo seguían no parecían perturbarlo en lo más mínimo. Se sentó frente a Nikollò con lentitud. Liliana tragó saliva. Por un instante, deseó que Alessandro desistiera de aquel juego. Mas, él no la miró; su atención estaba enfocada únicamente en su adversario.
El dealer, barajó con profesionalismo el mazo de cartas personalizadas. Dos cartas ocultas fueron repartidas para cada uno. Las apuestas obligatorias fuer