56. Pov Niki
No podía dormir.
Habían pasado apenas un par de horas desde que acostamos a Anne, y el silencio de la casa era tan absoluto que se podía escuchar el tic-tac del reloj del pasillo.
Me revolví en la cama, una y otra vez, hasta que me rendí.
Tenía la garganta seca, así que decidí bajar a buscar un vaso de agua.
El piso estaba helado bajo mis pies descalzos. Bajé las escaleras en penumbras, con la bata envuelta en mi cuerpo. Desde la cocina llegaba un resplandor tenue, el reflejo del fuego bajo de la hornalla.
Y ahí estaba él.
De espaldas, apoyado en la mesada, con una taza entre las manos.
El cabello revuelto, la camiseta gris pegada al cuerpo, el cuello húmedo todavía. No sé si era del vapor del baño o de la ducha que se habría dado después, pero se veía diferente.
O quizá era yo la que lo veía distinto.
Pensé en volver a subir. Fingir que no lo había visto. Pero él giró apenas la cabeza y me vio.
—¿No puedes dormir? —preguntó, sin sorpresa, como si me hubiera estado esperando.
N