Me había pedido el día. No podía ir a la oficina con Anne enferma, ni con la cabeza hecha un caos después de todo lo que había pasado. No tenía energía para fingir normalidad. Le mandé un mensaje a Peterson diciendo que trabajaría desde casa, y cuando cerré el teléfono sentí una especie de alivio… o tal vez miedo.

Anne dormía cuando llegamos del pediatra. Tenía las mejillas rojas, los labios secos, y respiraba con un sonido que me desgarraba. Dan me abrió la puerta y me dejó pasar primero, yo la había tomado en brazos, entre nosotros no hubo palabras. Todo entre nosotros era silencio y distancia.

—Le dije a Peterson que me quedo —murmuré, intentando sonar práctica.

—Está bien. Voy con Anne —respondió sin mirarme, la tomó de mis brazos y subió las escaleras con ella.

Lo seguí con la vista. No podía evitarlo. Había algo en la forma en que la sostenía, en cómo le acariciaba la espalda sin pensar, tan natural, tan tierno… Me dolía ver esa imagen. Me dolía porque era él. Y porque todavía