53. Pov Niki
El consultorio olía a desinfectante y a algo dulce, como a jarabe de frambuesa.
Anne sollozaba en mis brazos, con el rostro enrojecido y la respiración entrecortada. Sentía el corazón en la garganta, intentando mantener la calma. Dan estaba a mi lado, tan cerca que podía sentir su calor, y aun así parecía a kilómetros de allí. Desde que salimos de casa, apenas habíamos hablado. No hacía falta: la tensión era tan espesa que podía cortarse con un bisturí.
La puerta del consultorio se abrió y apareció una mujer de unos cuarenta años, pelo castaño recogido en una trenza prolija y una bata blanca impecable.
—¿Nikita Sandman? —preguntó con una sonrisa profesional.
—Sí, soy yo —respondí, incorporándome con Anne en brazos.
—Adelante, por favor.
Entramos. Dan cerró la puerta detrás de nosotros y se quedó de pie, con las manos en los bolsillos, observando en silencio mientras la doctora preparaba la camilla con una toalla de ositos.
—Así que esta pequeñita tiene fiebre —dijo, con voz amable