31. Pov Dan
Salir con Anne era, sin exagerar, la parte más tranquila de mi día. El parque quedaba a unas cuadras, con árboles grandes y una brisa tibia que ayudaba a despejar la cabeza. Llevaba el cochecito con una mano y el bolso en la otra, y Anne iba balbuceando cualquier cosa, feliz, agitando los brazos.
Era impresionante lo que generaba. No pasaban ni cinco minutos sin que alguien se acercara a mirarla o sonreírle. Pero hoy… hoy noté algo distinto. Las mujeres me miraban más de lo habitual. Y eso ya era mucho decir.
Primero fueron dos chicas con ropa deportiva que corrían. Se frenaron, fingiendo estirarse justo al lado.
—Ay, qué hermosa bebé… —dijo una, inclinándose un poco sobre el cochecito—. ¿Es tu hija?
—Sí —respondí, casi automático. No tenía ganas de dar explicaciones.
La otra soltó una risita suave.
—Se nota, tiene tus ojos —comentó, y yo solo sonreí por cortesía.
Siguieron de largo, pero no sin girarse una vez más para mirar.
Y así fue durante toda la tarde. Mujeres con cocheci