Capítulo 38. Como conejos.
El sonido de los pasos de Richard Vance se perdió en la distancia. Cuando el eco desapareció por completo, Maya se atrevió a hablar. Su voz, cuando por fin habló, fue un hilo quebrado.
—¿Lo escuchaste? —dijo Maya, con los ojos fijos en la dirección por donde se había ido el padre de Elliot. —¿De verdad dijo eso? ¿Dijo... «Mi nieto viene en camino»?
Elliot se desplomó en una de las sillas de la terraza. Se frotó la cara con las manos y su arrogancia cayó al suelo. El hombre que tenía enfrente no era el actor seguro de sí mismo, sino un hombre asustado.
—Lo dijo —murmuró Elliot, cuya voz era un murmullo derrotado. —Lo dijo en serio. Se lo creyó todo.
La risa nerviosa de Maya era amarga.
—¿Todo? ¿El sexo? ¿El amor? ¿Y ahora... un hijo? ¿De verdad nos creyó lo suficiente como para inventarse la existencia de un nieto?
—Mi padre no inventa nada, Maya. Él ve lo que quiere ver —dijo Elliot, mientras su voz se endurecía. —Vio las fotos, vio la pasión, vio el matrimonio de ensueño. Y ahora, su