ALEX
—¿Cómo está ella?
Aguardo para cruzar la calle. El semáforo no me lo permite y ando muy mal dormida; estoy desatenta, torpe y a duras penas logro coordinar mis pasos.
—Sus padres se fueron hace un rato y Val sigue aquí. Salió a comprar café.
Ahogo un bostezo avanzando hacia la otra avenida.
—Pero Lula... Quiero saber cómo está Lula.
Sueno como histérica, pienso como histérica y siento como una maldita histérica.
—Es un fantasma qué quieres que te diga, ya la viste. Nada cambió desde anoche —baja la voz—. Como si su mente estuviera desconectada de su cuerpo.
Claro...
Es muy claro que nada va a cambiar en un par de horas. Que le llevará meses salir del trance y que de su boca no sabremos nunca detalles.
Dios.
Me pasé la noche deambulando en urgencias. Entrando a su cuarto y aplastando el culo en una silla al lado de Lula. Calmándola en cada sobresalto siempre que acercaba la mano para acariciar la suya. Fui y vine toda la madrugada y hasta primera hora de la mañana que Pía me relev