El aroma llegó como un fantasma al amanecer. Lucía lo detectó en el aire de la oficina de Daniel una mañana: una fragancia exótica, opulenta, con notas de jazmín y sándalo que se enroscaban en el aire como serpientes perfumadas. No era el aroma de Daniel —ese que conocía de memoria, mezcla de aftershave y algo inherentemente masculino— ni el de ella. Era un perfume que gritaba "mujer adinerada, con gustos caros y secretos más caros aún".
Un rastro que Lucía había olido antes. En otra vida, en otra piel.
“Katarina.”
El nombre se formó en su mente como una mancha de tinta en papel blanco. Katarina Volkov, la ex-clienta rusa de "Marco", obsesiva y que nunca aceptaba un no por respuesta. Una mujer que coleccionaba hombres como otros coleccionan obras de arte: con posesividad y sin intención de liberarlos jamás.
Daniel, ajeno a la investigación olfativa de Lucía, se movía por la oficina como un animal enjaulado. Su mirada se desviaba hacia el teléfono con una frecuencia alarmante, sus dedo