El teléfono sonó como una alarma de incendio. Daniel miró la pantalla: número desconocido. Su instinto le gritó que no contestara, pero una parte de él —la parte que había sobrevivido en el mundo corporativo durante dos décadas— sabía que evadir nunca era la solución.
—¿Diga?
—Señor Márquez —la voz era masculina, profesional, pero había algo en el tono que le erizó la piel—. Soy periodista del Financial Tribune. Estamos preparando un artículo sobre ejecutivos que mantienen... actividades paralelas. Me gustaría hacerle algunas preguntas.
Daniel sintió que el suelo de mármol se abría bajo sus pies. El "Vigilante Nocturno" no era solo un blogger. Era el preámbulo de algo más grande, más destructivo.
—No tengo comentarios —logró articular.
—Entiendo su posición, señor Márquez. Pero tenemos fotografías, testimonios, documentación detallada. Sería mejor para usted si pudiéramos hablar antes de que publiquemos...
Daniel colgó el teléfono con una violencia que hizo temblar todo el escritorio.