El artículo del "Vigilante Nocturno" se había extendido por los círculos de la alta sociedad como una mancha de tinta sobre seda blanca. Daniel podía sentir su propagación desde su oficina en el piso veintiocho, como si cada compartir en redes sociales, cada mensaje de WhatsApp, cada comentario susurrado en los salones de té del Club Metropolitan fuera una aguja que se clavaba directamente en su sistema nervioso.
"El Príncipe de la Noche... encuentros discretos... damas adineradas…”
Cada frase del artículo se había convertido en un eco que rebotaba en las paredes de su mente. No mencionaba nombres —aún no—, pero las insinuaciones eran tan transparentes como el cristal blindado de su oficina. Cualquiera que conociera el ambiente, cualquiera que hubiera rozado siquiera la periferia de ese mundo nocturno, podría conectar los puntos con la facilidad de quien completa un rompecabezas infantil.
Daniel se paseaba por su oficina como un felino enjaulado, cada paso una descarga de ansiedad que