49.
CHRIS
Amanezco antes que el sol, como casi siempre. No porque tenga prisa, sino porque el silencio de esta casa a esa hora me resulta distinto desde que no estoy solo. Hay un tipo de quietud que no pesa cuando sabes que alguien duerme al otro lado del pasillo, que una respiración pequeña y regular confirma que todo está en su lugar, aunque el mundo siga siendo complicado.
Me quedo unos segundos acostado, mirando el techo, escuchando. El yeso de Max cruje levemente cuando se mueve en sueños. Sophie duerme profundo. Lo sé por la forma en que la casa parece sostenerse sobre sí misma, sin tensión. Es una sensación nueva. Frágil. Valiosa.
Me levanto despacio y camino hacia la cocina. El suelo está frío bajo mis pies, pero no me importa. Abro las cortinas apenas lo justo para que entre la luz suave de la mañana. Es domingo. No hay tribunal. No hay cámaras. No hay abogados. Solo una mañana que se parece peligrosamente a algo normal.
Saco los ingredientes con cuidado, como si el ruido pudier