44.
SOPHIE
El pasillo del hospital huele a desinfectante y a espera. Es un olor que no se va, que se queda pegado en la garganta incluso cuando respirás por la boca. Estoy sentada en una de esas sillas de plástico duro, con las manos entrelazadas sobre el regazo, mirándolas como si no fueran mías. No recuerdo haberlas movido así. No recuerdo cuándo dejé de temblar o si todavía lo hago.
Chris está a mi lado, pero no lo miro. Sé que está ahí por la forma en que su rodilla roza apenas la mía, por la manera en que su cuerpo se inclina levemente hacia adelante, atento, listo. Como si pudiera adelantarse a una mala noticia solo con la postura.
El tiempo no pasa normal acá adentro. Se estira. Se pliega sobre sí mismo. Cada minuto pesa como si fuera más largo que el anterior.
Pienso en Max. En su cara cuando cayó. En el sonido seco del golpe. En cómo me miró buscando respuestas que yo no tenía. Repaso cada segundo con una precisión cruel, preguntándome qué habría pasado si me levantaba antes, si