43.
CHRIS
La casa está en silencio, pero no es un silencio tranquilo. Es uno de esos que pesan, que se te meten en el pecho y no te dejan respirar del todo. Camino descalzo por el pasillo, sin prender las luces, como si la oscuridad pudiera amortiguar lo que pienso. No funciona. Nada lo hace.
La imagen vuelve una y otra vez: Sophie dentro del coche, mis labios buscando los suyos, el segundo exacto en que todo se vuelve real… y después el clic seco de la cámara. Ese sonido todavía me retumba en la cabeza.
La puse en una posición imposible.
Lo sé.
Apoyo una mano en la pared, cierro los ojos. Podría haberme apartado. Podría haber pensado mejor. Podría haber sido más fuerte, más racional, más cuidadoso con la vida de alguien que ya cargó demasiado por mi culpa.
Sophie no necesitaba eso. No necesitaba titulares, ni preguntas, ni miradas que juzgan sin entender. No necesitaba que yo volviera a desordenarle el mundo justo ahora.
Y, sin embargo…
Respiro hondo.
Una parte de mí —la más hon