30.
CHRIS
Llevo horas dando vueltas por el departamento, sin poder decidir si debería llamarla o dejar que se pierda en su propio silencio, como yo en el mío. Pero cuando finalmente lo hago, cuando marco su número sin darme a mí mismo la oportunidad de arrepentirme, la llamada apenas suena una vez antes de que ella atienda.
—¿Chris…? —su voz está baja, cansada, casi rota.
Me apoyo contra la pared, cerrando los ojos.
—Quería saber si llegaste bien.
—Sí. —Hace una pausa larga, demasiado larga—. Gracias por hoy.
Ese “gracias” suena a muchas cosas al mismo tiempo. A culpa. A confusión. A un intento desesperado de ordenar un universo que se deshace.
—No fue nada —miento, porque para mí fue todo. Porque protegerla de los reporteros fue lo más natural del mundo, como si nunca hubiese dejado de hacerlo.
Del otro lado escucho un suspiro, uno que parece sostener el peso de toda la semana.
—Estuve pensando —dice ella, y esa frase siempre es peligrosa entre nosotros—. En lo que pasó anoche.