27.
SOPHIE
No sé en qué momento accedo. Tal vez es en el coche, cuando siento que mis manos siguen temblando a pesar de que ya no hay micrófonos presionando contra mi rostro. O quizá es cuando Christopher me mira con ese tipo de preocupación que no he visto dirigida hacia mí desde hace… años. Esa mezcla de molestia, ternura y frustración que él cree que disimula, pero no lo hace. O puede que sea cuando el silencio entre nosotros se vuelve demasiado denso como para sostenerlo en un espacio tan pequeño.
Lo cierto es que cuando él dice “¿Quieres venir a mi casa? Solo para que descanses un poco, estás agotada, Sophie”, mi cerebro no procesa la invitación como lo que realmente significa. Solo oye la palabra descanso y actúa por puro instinto.
—Sí… —respondo, antes de pensarlo demasiado—. Solo un rato.
Y ahí está. La decisión que debería haber sido imposible. La que jamás habría tomado en un día normal. Pero hoy no lo es. Hoy estoy en un punto donde lo racional y lo emocional dejaron de ten