SOPHIE

No debería estar tan cansada. No debería sentir que mi cuerpo pesa más de lo que puede cargar. Pero mientras subo las escaleras del tribunal, con el bolso colgando del hombro y la carpeta doblándose entre mis dedos entumecidos, siento que cada paso es un esfuerzo. No dormí más que minutos sueltos, atrapados entre respiraciones agitadas y pensamientos que no me dieron tregua. La noche fue una sucesión de giros, sábanas arrugadas, sombras moviéndose en el techo, y un peso en el pecho que parecía crecer con cada hora que pasaba.

Y ahora estoy aquí, sintiendo como si hubiese sido arrastrada por una corriente subterránea hasta el mismo lugar donde nunca quise volver. El tribunal. El edificio frío que tantas veces imaginé pero al que nunca había regresado desde aquella época. El lugar donde la verdad se vuelve un arma, donde las miradas pesan, donde el pasado se cuela entre papeles, testimonios y puertas cerradas.

Cuando llego al último escalón, las luces explotan a mi alrededor.