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DIAS ROJOS...

DIAS ROJOS...ES

Fantasía
Demian Faust  Completo
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Resumen
Índice

Sinopsis

EmociónExtraterrestreViolaciónCiencia ficciónFantasía oscuraParanormalNovela de suspenso

Un accidente en Marte que provocará inesperadas consecuencias para su población, un giro inesperado camino hacia una fiesta sellará el fatídico destino de una incauta pareja, una mujer perezosa en un hospital recibirá su merecido y otros relatos que te mantendrán en vilo y al borde de tu asiento de la mano del genial Demian Faust.

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Último capítulo

  • Los que cruzaron el Abismo (cuarta parte)

    Ahora se encontraban en medio de un vasto y yermo desierto. El cielo en ese mundo era de un tono anaranjado e iluminado por tres soles de diferente tamaño. La arena no era como la de la Tierra pues tenía un olor acre y una textura diferente.—Este lugar se ve aún más inhóspito que los anteriores.—Pero miren —dijo Meredith señalando hacia el cielo—, hay vida.Una veintena de criaturas sobrevolaban por el cielo. Tenían una forma aplastada y romboide que les permitía planear. No tenían plumas, sino que estaban cubiertos por una piel gruesa y rugosa, totalmente lampiña. Sólo tenían un ojo ubicado en el frente y parecían ignorar a los recién llegados.—Será mejor que exploremos este sitio —sugirió Harrison—, y busquemos agua y comida o moriremos. Dejamos las mochilas de superviv

  • Los que cruzaron el Abismo (tercera parte)

    La conmoción de atravesar el abismo tuvo los mismos efectos tortuosos que antes. Los cuatro convictos aterrizaron esta vez sobre una superficie fría y nevada. Quizás por el temor a ser acechados por algún elemento de la fauna local, o porque ya habían experimentado aquel dolor antes, se recuperaron un poco más rápidamente.—¿Qué es eso? —preguntó Kane observando hacia la distancia. En el horizonte nublado y bajo una copiosa nevada que dificultaba la visión, se podía observar una siniestra silueta aproximándose. De lejos parecía un gigante antropoide con tres cabezas, aunque cuando estuvo suficientemente cerca como para ser distinguido se dieron cuenta que esa criatura distaba mucho de ser simiesca.Para empezar no tenía cabeza realmente, sino tres ojos que brotaban directamente de los hombros y que se extendían como los ped&uacut

  • Los que cruzaron el Abismo (segunda parte)

    Al atravesar el agujero negro los cinco viajeros experimentaron un dolor imposible de describir. Era como si cada molécula de su cuerpo, cada fibra de su ser, fuera estirada y torcida caóticamente. El suplicio era tan intenso e intolerable que pudieron haber enloquecido. Se encontraban justo en medio del vacío más absoluto, en la oscuridad más completa. No había aire que respirar, no había una mínima partícula de luz, todos gritaron pero sus gritos eran mudos ya que no existía el sonido. Aquella tortura fue tan terrible que todos se arrepintieron de inmediato por haber escogido eso en lugar de la muerte.Luego el tormento cesó. Salieron disparados a través de un portal dimensional abierto del otro lado y cayeron sobre lo que parecía ser tierra.Llegaron incapacitados. Habían salido ciegos del agujero negro, pero no mudos. Gritaban con todo su ser como una

  • Los que cruzaron el Abismo (primera parte)

    —Sal —le dijo uno de los militares abriendo la puerta de su celda. La luz que penetró a través de la entrada le lastimó los ojos. Era muy temprano en la mañana y ella estaba durmiendo. El sol aún no salía y de todas maneras, era invierno.Meredith estaba aún sobre la cama de su estrecha y aséptica celda, debajo de las raídas cobijas. Se cubrió los ojos con el antebrazo para protegerlos del resplandor.—¿Me da tiempo de alistarme? —le pidió al gringo hablándole en su mal inglés.—Rápido —ordenó él y cerró la celda de nuevo. Meredith se levantó del duro catre pegado a la pared y que sólo tenía un colchón que no era demasiado cómodo. Vestía en ese momento sólo una camiseta sin mangas y su ropa interior. Se estiró, bostezó y en

  • La visita de medianoche

    LA VISITA DE MEDIANOCHENunca fue mi intención matar a esa persona. En serio, nunca quise hacerlo. Aquella noche cuando salí de la fiesta de la empresa estaba pasado de copas y quizás no debí haber manejado, pero ¿Quién iba a saber que eso pasaría, por Dios?En verdad me siento terrible por lo que sucedió pero no creo merecer este castigo infernal. Mi mente se encuentra atormentada por esta pesadilla de la que no puedo despertar…Aquella fatídica noche que arruinó mi vida para siempre y quizás condenó mi alma a un suplicio eterno, transitaba yo por el túnel del Zurquí con una torrencial lluvia bajo los efectos de bebidas embriagantes nublando y entorpeciendo mi mente. Los relámpagos violaban la oscuridad cíclicamente y los enormes goterones empujados por una estremecedora ventisca dificultaban el manejo.De

  • La Sed

    Flor siempre había maldecido su destino. Nunca comprendió porque tenía que ser ella, precisamente ella, quien tuviera la desagradable, repulsiva e insoportable tarea de cuidar a ese anciano asqueroso.Tenía veinte años y debía de estar disfrutando su juventud con amigos y novios, pero no cuidando a un anciano agonizante. Cada vez que el maldito viejo le girtaba para darle órdenes, Flor se estremecía de odio, de asco y dolor. Recordaba con ira todo el sufrimiento que le había proporcionado y su corazón se inflamaba en un corrosivo rencor.Al principio el anciano daba órdenes como un dictador. Postrado a una cama no tenía más opción que gritarle día y noche; “Tráeme la comida, zorra, Quiero agua, prostituta, Acomódame la almohada, estúpida, Cámbiame el pañal cerda, Tráeme el periódico maldita”. P

  • La Casona

    Cuando era un niño, mis padres y yo nos mudamos a la vieja casona que solía pertenecer a mi abuela, y que fue heredada por mi padre tras la muerte de ésta.El enorme caserón databa de principios de siglo. Aunque con algunas reparaciones, modificaciones y accesos nuevos agregados a lo largo de las décadas. Era de un estilo clásico, de dos pisos, con altos techos y paredes de madera carcomida y muy vieja, como la mayor parte de sus pisos, salvo una sección adoquinada en adobe en la cocina. Bastos pasillos se extendían siniestramente, franqueados por puertas misteriosas, cual sendero macabro. Con el paso de los años la casa se había convertido en un espantoso vergel de locura arquitectónica. Una pesadilla de ángulos y percepciones geométricas imposibles. Sobre las asediadas tablas corroídas por las inclemencias de los insectos y los elementos, se dibujaban monstruosas figuras;

  • El carnaval de las almas perdidas (séptima parte)

    —¡Damas y caballeros! –decía la voz que reconocí como proveniente del gemelo masculino Arkham, me encontraba sumida en una abismal oscuridad incapaz de reconocer donde me encontraba, aunque consciente de que era un sueño— ¡Niños y niñas! Ante ustedes el peor de todos los fenómenos... Una mujer muerta por dentro. Capaz de ver y hablar con los muertos desde muy niña, pero cuya extraña anormalidad nigromántica se acrecentó cuando su esposo e hijo fueron asesinados a sangre fría. Ella misma murió esa noche, no sólo en su alma lacerada, sino en su cuerpo ultrajado y torturado de manera horrible. Pero su cuerpo fue resucitado, sí, así como lo escuchan, resucitado por diabólicos rituales realizados por la madre bruja de éste fenómeno. Así, es ella un cadáver reanimado, aún cuando parezca estar viva porque, rea

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19 chapters
Días rojos (primera parte)
DIAS ROJOS.../Demian Faust
Natalia Laredo contempló a través de la ventana aquél desolado paisaje marciano. Un clima gélido y ventoso que azotaba perennemente unas extensas planicies rojizas y empedradas, y a lo lejos, en el horizonte, unas enormes montañas del mismo color. La noche estrellada era coronado por las dos lunas Deimos y Fobos que recorrían el firmamento nocturno a tiempos desiguales. El inhóspito paisaje le estrujó el corazón. La misión estaba por terminar pero aquellos meses se le habían hecho eternos, y las semanas que faltaban parecían una larga e insufrible condena de años. Aún así trató de disipar esos oscuros pensamientos de desolación y tristeza que la embargaron y retomó la lectura de su Biblia. Desde el descubrimiento del motor de plasma se había conseguido enviar misiones tripuladas al planeta Marte en un trayecto de unos quince d
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 —…la situación en Medio Oriente continúa con su escalada de violencia –informaba una periodista por la televisión mientras todos comían durante el desayuno en el área de la cocina, la imagen satelital transmitida gracias a los excelentes sistemas de comunicación mostraba un bombardeo feroz a la ciudad de Gaza— fuerzas militares israelíes y palestinas se han enfrascado en un enfrentamiento violento. Mientras tanto, Siria reporta que su espacio territorial ha sido violado por irrupción de tanques militares israelíes en los Altos del Golán, lo que ha provocado una reacción del ejército sirio… —¡Santo Dios! –clamó Laredo— ¡Oh Señor, por favor trae la paz a la tierra! —¡Bueno! –dijo Robertson cambiando el lúgubre tema— ya falta menos de un mes para regresar a nuestros
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Días rojos (tercera parte)
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Laredo oraba en su habitación cuando súbitamente se adentró al lugar Odriozova quien estaba muy alterada psíquicamente y que cerró la puerta por dentro pasando el cerrojo. Justo entonces resonaron los alaridos desesperados de un hombre; Watson. —¿Qué sucede, Doctora? –preguntó Laredo alarmada— ¿Todavía siguen golpeando a Watson? —Ya no, ahora lo están torturando. —Dios mío… —Traje esto –dijo mostrándole un revólver— fue el único que pude conseguir. —¿Para qué? —No seas ingenua, ¿Cuánto crees que tarden en venir por nosotras? —¿Venir por nosotras? No la entiendo… —¡Oh cielos! –dijo mirando hacia el techo— ¡No puedes ser tan inocente! Lo
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 Las horas prosiguieron su curso y con ellas la borrachera, la gula y el sexo. Tamayo el homosexual se vistió de mujer con ropas de civil de la doctora Odriozova y ahora tenía sexo no sólo con Greivik sino con casi todos los miembros del grupo excepto Abdul. Robertson y los otros habían pensado que Laredo no bastaba para todos y que, de todas maneras, no tenían porque tener reparos si iban a morir. Pero Abdul, aunque había dejado de lado el Islam, seguía considerando la homosexualidad como una abominación y le desagradaba observar tales actos así que decidió alejarse e ir a tomar vodka de la botella mientras se asomaba por la ventana que mostraba el desértico panorama marciano y sus parajes helados y deshabitados, pensando que quizás eran estas siete personas todo lo que quedaba de la Humanidad. Sintió entonces un golpe en su cabeza que lo hizo perder el conocimi
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 Recuerdo aquella noche en que llegamos acá por primera vez con mucha claridad en mi mente. Llovía mucho, pero realmente mucho y era una noche muy oscura. El vehículo en que mi novio Carlos y yo viajábamos era un automóvil liviano que apenas podía circular por los rurales senderos enlodados, siempre en riesgo de atascarse. La visibilidad por encima del parabrisas era casi nula gracias a los gruesos goterones de agua de lluvia que lo azotaban y que las escobillas no lograban disipar completamente. —Te dije, amor, que estamos perdidos —le reclamé de brazos cruzados. La cena a la que nos dirigíamos debía haber empezado horas antes, quizás ya había terminado. Era importante y ambos estábamos vestidos adecuadamente para la ocasión. El bufó molestó, se desanudó aún más el nudo de la corbata y se peinó el cabello con
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 —Se les acusa de un crimen atroz –le dije al joven sujeto interrogado que se sentaba con mirada angustiada con los brazos sobre la mesa de madera en la sala de interrogatorios policíacos. Para incrementar su tensión le coloqué fotos de su crimen sobre la mesa. —No, señorita, yo... yo no hice nada... se lo juro... agente... agente ¿que? –me preguntó notoriamente alarmado. —Drej, Katrina Drej, soy yugoslava –dije encendiendo un cigarrillo y acomodando mi largo y lacio cabello negro detrás de mis orejas— de Bosnia. Sabía que el hecho de que yo vistiera toda de negro, hasta con guantes y lentes oscuros, que contrastaba con mi piel muy blanca y atractivo aspecto eslavo, le intimidaba un poco, hasta incrementé mi acento a propósito. Al salón penetró mi compañero y mentor Rodrigo Valerio,
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El carnval de las almas perdidas (segunda parte)
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La puerta blanca se azotaba tremendamente. Un grupo de sanguinarios soldados serbios la golpeaban deseando entrar, pues era la puerta delantera de mi humilde hogar asentado en un barrio gitano de Bosnia, justo al principio de la guerra étnica en Yugoslavia. Yo abrazaba a mi hijo de 3 años que lloraba desesperado asustado por los golpes, mientras mi esposo me abrazaba a mí, una joven de 20 años. Los golpes prosiguieron, cada vez peores y más estruendosos, una y otra vez, como marcando una sentencia de muerte. La puerta fue desvencijada estrepitosamente y al violentado hogar penetraron una docena de soldados fuertemente armados... —¡NOOOO! –dije gritando y despertándome en el asiento del avión en que viajaba. —¿Te encuentras bien, Drej? –me preguntó Rodrigo notoriamente preocupado. —Sí... sí lo estoy... –dije removie
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 Pasada la última visita al show, los fenómenos salían de sus aparadores y se iban a comer o descansar. Recibían un porcentaje de lo recaudado, pero no tenían muchos gastos fuera de los elementales por su aspecto. Flor se encargaba de asear el lugar, limpiando especialmente las vomitadas de los espectadores. Zondar el gigante le dispersó una mirada de lascivia que le erizó la piel, pero luego lo ignoró y prosiguió. De todos los fenómenos, sólo los Gemelos Arkham no salían nunca. Flor se quedó mirando la jaula cubierta con aprensión y temor... Cuando contempló una mano torcida y callosa saliendo de entre la cortina para apresar una mosca que después introdujo al interior de la jaula para alimentarse, Flor salió corriendo del lugar. Furtivamente, Flor escuchó la conversación que sostenía Car
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El carnaval de las almas perdidas (quinta parte)
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