Un accidente en Marte que provocará inesperadas consecuencias para su población, un giro inesperado camino hacia una fiesta sellará el fatídico destino de una incauta pareja, una mujer perezosa en un hospital recibirá su merecido y otros relatos que te mantendrán en vilo y al borde de tu asiento de la mano del genial Demian Faust.
Leer másAhora se encontraban en medio de un vasto y yermo desierto. El cielo en ese mundo era de un tono anaranjado e iluminado por tres soles de diferente tamaño. La arena no era como la de la Tierra pues tenía un olor acre y una textura diferente.—Este lugar se ve aún más inhóspito que los anteriores.—Pero miren —dijo Meredith señalando hacia el cielo—, hay vida.Una veintena de criaturas sobrevolaban por el cielo. Tenían una forma aplastada y romboide que les permitía planear. No tenían plumas, sino que estaban cubiertos por una piel gruesa y rugosa, totalmente lampiña. Sólo tenían un ojo ubicado en el frente y parecían ignorar a los recién llegados.—Será mejor que exploremos este sitio —sugirió Harrison—, y busquemos agua y comida o moriremos. Dejamos las mochilas de superviv
La conmoción de atravesar el abismo tuvo los mismos efectos tortuosos que antes. Los cuatro convictos aterrizaron esta vez sobre una superficie fría y nevada. Quizás por el temor a ser acechados por algún elemento de la fauna local, o porque ya habían experimentado aquel dolor antes, se recuperaron un poco más rápidamente.—¿Qué es eso? —preguntó Kane observando hacia la distancia. En el horizonte nublado y bajo una copiosa nevada que dificultaba la visión, se podía observar una siniestra silueta aproximándose. De lejos parecía un gigante antropoide con tres cabezas, aunque cuando estuvo suficientemente cerca como para ser distinguido se dieron cuenta que esa criatura distaba mucho de ser simiesca.Para empezar no tenía cabeza realmente, sino tres ojos que brotaban directamente de los hombros y que se extendían como los ped&uacut
Al atravesar el agujero negro los cinco viajeros experimentaron un dolor imposible de describir. Era como si cada molécula de su cuerpo, cada fibra de su ser, fuera estirada y torcida caóticamente. El suplicio era tan intenso e intolerable que pudieron haber enloquecido. Se encontraban justo en medio del vacío más absoluto, en la oscuridad más completa. No había aire que respirar, no había una mínima partícula de luz, todos gritaron pero sus gritos eran mudos ya que no existía el sonido. Aquella tortura fue tan terrible que todos se arrepintieron de inmediato por haber escogido eso en lugar de la muerte.Luego el tormento cesó. Salieron disparados a través de un portal dimensional abierto del otro lado y cayeron sobre lo que parecía ser tierra.Llegaron incapacitados. Habían salido ciegos del agujero negro, pero no mudos. Gritaban con todo su ser como una
—Sal —le dijo uno de los militares abriendo la puerta de su celda. La luz que penetró a través de la entrada le lastimó los ojos. Era muy temprano en la mañana y ella estaba durmiendo. El sol aún no salía y de todas maneras, era invierno.Meredith estaba aún sobre la cama de su estrecha y aséptica celda, debajo de las raídas cobijas. Se cubrió los ojos con el antebrazo para protegerlos del resplandor.—¿Me da tiempo de alistarme? —le pidió al gringo hablándole en su mal inglés.—Rápido —ordenó él y cerró la celda de nuevo. Meredith se levantó del duro catre pegado a la pared y que sólo tenía un colchón que no era demasiado cómodo. Vestía en ese momento sólo una camiseta sin mangas y su ropa interior. Se estiró, bostezó y en
LA VISITA DE MEDIANOCHENunca fue mi intención matar a esa persona. En serio, nunca quise hacerlo. Aquella noche cuando salí de la fiesta de la empresa estaba pasado de copas y quizás no debí haber manejado, pero ¿Quién iba a saber que eso pasaría, por Dios?En verdad me siento terrible por lo que sucedió pero no creo merecer este castigo infernal. Mi mente se encuentra atormentada por esta pesadilla de la que no puedo despertar…Aquella fatídica noche que arruinó mi vida para siempre y quizás condenó mi alma a un suplicio eterno, transitaba yo por el túnel del Zurquí con una torrencial lluvia bajo los efectos de bebidas embriagantes nublando y entorpeciendo mi mente. Los relámpagos violaban la oscuridad cíclicamente y los enormes goterones empujados por una estremecedora ventisca dificultaban el manejo.De
Flor siempre había maldecido su destino. Nunca comprendió porque tenía que ser ella, precisamente ella, quien tuviera la desagradable, repulsiva e insoportable tarea de cuidar a ese anciano asqueroso.Tenía veinte años y debía de estar disfrutando su juventud con amigos y novios, pero no cuidando a un anciano agonizante. Cada vez que el maldito viejo le girtaba para darle órdenes, Flor se estremecía de odio, de asco y dolor. Recordaba con ira todo el sufrimiento que le había proporcionado y su corazón se inflamaba en un corrosivo rencor.Al principio el anciano daba órdenes como un dictador. Postrado a una cama no tenía más opción que gritarle día y noche; “Tráeme la comida, zorra, Quiero agua, prostituta, Acomódame la almohada, estúpida, Cámbiame el pañal cerda, Tráeme el periódico maldita”. P
Último capítulo