68.
Gian
—Todo está completamente listo, no tienes nada de qué preocuparte —me dijo mi madre cuando le pregunté si el vino para la fiesta ya había llegado.
No podía molestar a Elsa a estas horas, menos por una tontería. Además, ella no sabía lo que realmente quería saber, así que debía ocuparme yo. Esa mujer se había convertido en mi mano derecha en todo, pero también le tenía consideración.
—Gracias, mamá —contesté.
—¿Ya te llevarás a Aian? —me preguntó con tristeza, abrazándolo más.
—Sí, es hora de que duerma. Mañana tenemos un día pesado por delante —contesté—. Además, tú lo cuidarás porque…
—Entiendo —sonrió—. Y eso también está hecho. Me alegra que estés listo para dar el paso de pedírselo, hijo. Creí que nunca…
—También pensaba lo mismo —admití—, pero ya no puedo más. Quiero que esa mujer esté a mi lado, no me importa lo que piensen los demás.
—Lo mereces, después de todo lo que has pasado y de lo mucho que te has esforzado.
No pude evitar ampliar mi sonrisa. Todavía tenía algu