30.
Alba
Cristel me había buscado como una loca antes de que me mudara, pero Gian no le permitió que me impidiera sacar mis cosas e irme a donde mi padre, donde tuve que refugiarme.
Y fue ahí que contactó a mi madre para que me obligara a resolver la situación. Así que aquí estaba, frente a ella y en su casa.
—¿Qué fue lo que pasó? —me preguntó molesta, tal como esperaba—. Tu novia —arrugó la nariz ante la palabra— me llamó y te buscó. Por supuesto, soy educada y le dije que no estabas viviendo conmigo, pero que te contactaría.
—Gracias por llamar —respondí con un tono seco.
—Ojalá vinieras más a menudo.
—Tú no aceptabas a mi novia, así que...
—Sabes que no estoy de acuerdo, y no me cabe en la cabeza que seas homosexual —gruñó.
—¿Te doy asco?
—No, no me das asco; eres mi hija, pero no estoy de acuerdo —contestó, frunciendo el ceño.
Sentí que mi corazón se apretaba. Esto sí que no lo esperaba. Podía ser muy homofóbico de su parte, pero yo lo sentía como un avance.
—No so