13.
Alba
Gian finalmente me condujo de nuevo hasta la sala. Él estaba muy relajado y me hablaba sobre aquel supuesto regalo. Yo trataba de seguirle la corriente y contestaba a todo con entusiasmo.
Se había encargado de llevarme a un baño para que quedara presentable de nuevo. Por supuesto, volvimos a sucumbir a la pasión; me lo hizo tan duro que mi entrepierna ya dolía y mis piernas temblaban.
¿Por qué no lo dejaba parar a pesar de la culpa?
Cristel estaba con su madre en la sala, esperándonos a ambos. La mujer me miró fijamente a los ojos y luego sonrió. Parecía amable, no altiva, pese a ser guapísima y elegante.
Era como una versión mayor de Cristel, solo que tenía los ojos gris oscuro de Gian.
—Buenas noches —saludé y ella se acercó para darme un beso en cada mejilla. Su costoso y delicado perfume se apoderó de mis fosas nasales.
Era un Chanel, estaba segura.
—Buenas noches, cariño, es un placer conocerte. Soy Nerea —dijo sonriente. Esa mujer, a diferencia de mi madre, era