12.
Alba
Gian sonrió de una forma deslumbrante y caminó hacia mí como si nada más le importara. Una parte de mí quiso correr a buscar a Cristel, pero me quedé quieta, deseando que ocurrieran muchas cosas esta noche; cosas imposibles, a decir verdad.
¿Cómo haríamos para huir de la gente?
—Has venido, ma chère —saludó mientras besaba mi mano. Yo le sonreí a medias.
—Feliz cumpleaños, cuñado —murmuré. Un destello de ira brilló en sus ojos.
—Gracias, Alba —contestó, amable pero seco. Me pregunté por qué nadie venía a rescatarme de una buena vez, por qué nadie nos interrumpía para venir a hablarnos—. Y gracias por el regalo, me hizo muy feliz.
—No fue nada —respondí, avergonzada. Gian acarició su corbata un momento y sonrió más—. Es algo muy simple.
—Me gustan las cosas sencillas y hermosas.
—Pues no lo parece —bromeé, mirando a mi alrededor. Él soltó una ligera risita.
—Vamos, Cristel te tiene algo —dijo en voz más alta de lo normal—. Soy su cómplice.
Fruncí el ceño y negué con la cabeza.
—No,