"Martha, hija, no pasa nada, no te preocupes, sí. Sube a tu habitación..."
"Javier, no le mientas más, es mejor que lo sepa de una vez."
"Artemisa, hija, yo sé que algún día nos vas a perdonar, pero desde que naciste fuiste destinada a un hombre, y nadie más puede tocarte, o nos matará."
"Martha, Javier, no hagan esto."
"Papá, ¿de qué estás hablando? ¿Acaso me diste en matrimonio sin consultármelo? ¿Es que acaso no soy su hija?"
"Hija, las cosas no son tan fáciles. Si no aceptábamos, nos matarían en ese momento, y tu mamá apenas tenía dos días de haberte traído a este mundo. Pero ve el lado bueno: el hombre es más rico que el presidente de este lugar; todos los negocios de este pueblo y de la ciudad son prácticamente suyos."
"Papá, ¿me vendiste...? No, papá, tú no..."
No aguanté más con la noticia que me había dado mi padre. Tal era la presión que salí corriendo de mi casa, sin intenciones de regresar. No sé cuánto tiempo corrí, pero mis pies dolían, mi pecho subía y bajaba con rapidez, y mechones de mi pelo se pegaban a mi frente.
A lo lejos veo que mi papá viene en mi dirección, y noto que no me ha visto, así que me escondo en uno de los callejones oscuros y espero a que pase. En eso me asomo para ver a dónde se fue, y veo que un auto de lujo de color negro está estacionado al lado de él, y están discutiendo.
El hombre saca un arma y le apunta a la cabeza...
Me asusté demasiado y me obligó a salir de mi escondite. "¡Papá, papá, papá, aquí estoy, ven, ven...!"
"Ve, se lo dije, ella salió solo a correr un poco, señor Maswell. Mírela, ahí está sana y hermosa..."
No sabía qué hacer: si dejar que llegara corriendo al lado de su padre, o subirla a mi hombro y llevármela de una buena vez. Su olor era mucho más fuerte cuando está asustada, y eso me excita, y tengo que subir al carro y marcharme antes de que pierda la maldita cabeza... Pero como disfrutaré romperla frente a ese espejo el día del ritual...
"¿Dónde estabas, chamaca mocosa...? No tienes ni idea de lo que provocaste. Por tu culpa, casi me matan aquí mismo. No vuelvas a salir corriendo si no quieres vernos muertos."
"Papá, ¿quién era él? Papá, lo vi apuntándote en la cabeza con esa arma..."
"Él era Ares Maswell, hija, tu esposo al que debes respetar en unos años. Y no está en discusión."
"Papá, yo... Ese tipo da miedo, papá, no parece humano, se mira enorme y desprende una energía oscura. Ese hombre me matará, papá."
"No te hagas ideas en la cabeza, Artemisa. Es alto, sí, tienes razón, pero solo eso, nadie te matará. Es un buen hombre."
"¿Qué de bueno puede tener un hombre que me compró desde que era una bebé? Es todo lo contrario, y es un enfermo."
"Vamos a casa, hablaremos del tema. Ya es tarde, y tu mamá debe estar muy preocupada."
No mentía, ese hombre desprendía una energía siniestra. Pero cuando más me acercaba a ellos, más atraída me sentía hacia él. Aunque la idea de ser vendida a un hombre que no conozco se me hace una acción aberrante, no podía negar que era muy alto y guapo por lo que alcancé a ver. Su físico era atrayente, pero eso no le quitaba lo enfermo.
Al día siguiente, sin saber por qué motivo, fui despedida de mi trabajo. El dueño, muy asustado, me dijo que lo sentía mucho, y fue todo. La temporada de clases estaba a punto de terminar, y justo era despedida cuando iba a pedir el trabajo por el turno completo.
Me llevé dos semanas buscando trabajo en tiendas de ropa, restaurantes, tiendas de calzado, mercados, y nada que encontraba. En mi desesperación, compré un periódico... Y me puse a buscar trabajo de limpieza en casas por la zona. Y había un anuncio en particular que buscaba mujer joven, no más de 30 años, para la limpieza de una mansión, y la paga era 7 veces más que el sueldo que tenía en la cafetería. Pero como todo lo bueno tiene algo malo, tenía que quedarme a dormir ahí, y solo se me permitía salir los domingos, y nada más. Pero ni cómo tomarlo; mis padres ni de locos me dejarían tomar ese empleo, ni aunque fuera la única viviendo en esa mansión.
"Hija, qué bueno que llegaste, siéntate aquí a mi lado. Como vimos que estabas muy estresada buscando trabajo, tu madre y yo compramos el periódico y te ayudamos a encontrar uno."
Volteo a ver a mi ama, y tenía los ojos rojos como si hubiera llorado mucho. "Mamá, ¿pasa algo? ¿Qué tienes, mami?"
"Nada, mi niña, es esta alergia que no me deja desde la mañana..."
"Mira, hija, es una mansión, está un poco lejos, pero ya hablamos con los dueños y te esperan el lunes a primera hora, así tendrás todo el fin de semana para alistar tu maleta y comprar lo que te haga falta."
"¿Así de fácil? Yo también vi el anuncio, pero no tenía pensado decirles nada, con eso de que no quieren que salga de casa."
"No te preocupes, hija, tienes el permiso de tu madre y mío..."
Subí a mi habitación algo pensativa; mis padres estaban muy raros, y esa tal alergia de mamá no me la creí. Pero si ella no me decía nada, yo no podría obligarla a decirme. Por otro lado, me daba gusto ya tener empleo y con una paga excelente. Sí, extrañaría a mis padres, pero ocupo ese dinero para la uni, ya que la carrera que quiero no es nada barata.
Amenazar al encargado de mi cafetería para que corriera a Artemisa no fue difícil, solo era cuestión de pedirlo, y él obedece. Ver a Artemisa huyendo de la casa de sus padres me dejó inquieto, y no porque la pueda perder; la puedo oler a kilómetros, incluso si se va del país. Lo que temía era que uno de los cazadores o miembros de otra secta la encontraran e intentaran hacerle daño. Así que no me queda más que traerla a la mansión con un empleo falso. El anuncio especificaba que solo estaría ella, y en teoría así sería, porque cuando pongo un pie en mi mansión, mi cuerpo desaparece por completo, soy un fantasma más. Ella no me podría ver, ni escuchar, y menos tocar. Pero yo a ella sí; ella sentiría mi presencia, e incluso más si rebasaba mis límites. Pero tengo que controlarme, aunque su padre me caiga mal, respetaría el plazo de 20 años antes de hacerla mía.
Mi destinada en pocas horas estará en su mansión, en nuestra mansión, y ella ni por enterada. Casi puedo sentir lástima por ella... Pero a quién engaño, ni siquiera sé qué es eso. Soy un demonio, y como tal, solo reina en mí la ira, la sed de matar y mancharme de sangre, el deseo sexual, ese que nunca se apaga, y la posesión al grado de que toda la ciudad era mía.