El castillo aún respiraba con el eco de los recientes acontecimientos, sus paredes empapadas de un silencio espeso, como si hasta las piedras contuvieran el aliento. De pronto, un rayo de luz doradas irrumpió a través de las altas ventanas del corredor, cortando las sombras como un cuchillo. En ese momento, Mia detuvo sus pasos, al tiempo en que el calor del sol rozó su piel, y en ese instante, Alhena habló en su mente, siendo su voz un susurro grave que heló su sangre.“Mia”, este llamado sonó algo diferente a como de costumbre, siendo más bien una advertencia. “El sol no ha salido por casualidad”, continuó haciendo que sus palabras resonaran en la mente de la pelirroja, cargadas de un peso ancestral. “Es un regalo de la Diosa Luna. Su luz está debilitando el altar. Pero no durará demasiado tiempo. La oscuridad volverá… y cuando lo hagan ya no habrá vuelta atrás, será el fin de toda nuestra especie.”El corazón de Mia dio un vuelco a la par de sus manos, las cuales empuñó instintivame
Con cada paso que daban, el frío se intensificaba, con cada paso que daban, las sombras se adentraban más en sus almas a pesar de la protección de la Diosa Luna. El patio de armas estaba bañado en luz. Pero cuando depositaron el altar en el centro, el sol pareció vacilar. Mia alzó las manos al cielo al tiempo en que las palabras del ritual brotaron de sus labios como un canto de guerra.Y entonces… el altar se defendió. Una grieta negra se abrió en el aire, y de ella comenzaron a surgir como una especie de garras y tentáculos espectrales, extremidades infernales que buscaban arrastrarla al abismo.—¡Mia! —Exclamó Deimos al tiempo que se adelantó frente a ella y sacó sus garras, sus ojos se encendieron en un dorado celestial y sus colmillos relucieron bajo el sol, pero las sombras lo arrojaron contra el suelo como si fuera un simple muñeco de trapo.Al ver tal suceso, los guardias gritaron aterrados, algunos incluso salieron huyendo y otros cayeron de rodillas clamando a la Diosa Luna p
Mía sintió el suelo temblar bajo sus pies. Alrededor, los guardias gritaban, corrían, caían. Algunos simplemente se desplomaban, con la vida drenada de sus cuerpos en segundos. “¡Alhena!”, llamó a gritos Mia en su mente, completamente desesperada. “¡¿Qué rayos es esto?!”, Farfulló aún en su cabeza. Pero por primera vez, no hubo respuesta. Solo silencio.La criatura extendió una mano, y Mía sintió algo frío enroscándose alrededor de su garganta, apretándola y seguidamente levantándola del suelo.—Tú rompiste el sello. —Dijo la voz. —Tú nos liberaste. Y ahora…Deimos se abalanzó hacia el demonio con su colmillos y garras relucientes bajo el ultimo destello de luz, saltó sobre el demonio y no pudo llegar a tocarlo cuando recibió un coletazo que lo lanzó por los aires.—Ahora, serás la primera en caer. —Terminó de decir la criatura, continuando su diálogo.Mia no podía respirar. Las sombras que despedía la bestia de sus extremidades se arrastraban por la piel pálida de la pelirroja, entra
Mia había oído ese nombre antes. En los susurros de los ancianos de Blood Moon durante las reuniones, en las leyendas que contaban las nodrizas para asustar a los niños. Astaroth, el Devorador de Almas, el Señor de las Sombras que Acechan, uno de los marqueses más poderosos del infierno.—El altar nunca fue su prisión —Continuó Alhena, con su tono de voz cada vez más lejano. —Fue un ancla. Y ahora que está roto… él estará regresando una y otra vez hasta que Aamon sea asesinado. —¿Cuánto tiempo tenemos? —Preguntó Mia apretando los puños, sintiendo cómo su miedo se transformaba en rabia.Alhena ya casi no era más que un destello plateado. —Días… horas… no lo sé. Pero él vendrá, y cuando lo haga… —Hizo una pausa. El viento aulló entre las torres del castillo, como si las propias piedras supieran lo que se avecinaba. —Solo habrá una manera de detenerlo. —¿Cuál? —Mia se inclinó hacia adelante, desesperada por atrapar cada palabra antes de que Alhena desapareciera. Pero la loba ya no es
Seth estaba demasiado cansado para pelear. Demasiado roto para insistir.—Está bien —murmuró, clavando la mirada en el horizonte, donde las sombras del bosque se retorcían como serpientes. —Pero cuando Aamon venga, cuando todo se derrumbe, estaré aquí. Aunque sea solo como tu aliado.Mia lo miró entonces, de verdad lo miró, y por primera vez en días, Seth vio el dolor que ella escondía.—Lo sé —susurró.Y eso fue peor que un adiós. Porque significaba que ella todavía confiaba en él, aunque no debía hacerlo después de todas sus mentiras. Significaba que, en otro mundo, en otra vida… hubiera sido diferente su situación. Pero, no había tiempo para "qué hubiera pasado". En ese momento una risa oscura, familiar, retumbó en la distancia, y ambos giraron hacia el bosque al instante.Mia tensó los hombros e inmediato volteó a ver a Seth.—Tenemos que prepararnos. Seth asintió, ya con sus ojos rojos encendidos y sus colmillos de fuera—Sí, su majestad. Ella hizo una mueca al oír el título, p
El sol agonizante teñía de rojo el patio cuando Seth se quedó solo, con sus nudillos aún blancos de tanto apretar los puños. El eco de las palabras de Mia resonaba en su cráneo como un martilleo persistente: "Ese vínculo no puede atarnos al pasado". Respiró hondo, sintiendo el aire frío quemarle los pulmones, cuando unos pasos firmes interrumpieron su tormento interno. Deimos emergió de las sombras del castillo con la elegancia de un depredador, pero su rostro, generalmente impasible, delataba una tensión inusual. Las arrugas alrededor de sus ojos estaban más marcadas, y llevaba los hombros ligeramente encorvados, como si cargara un peso invisible.—Seth. —Musitó, deteniéndose a tres pasos de distancia. Su voz era calmada, pero había un filo en ella, como el de un cuchillo apenas desenvainado. —Ya es suficiente hostigamiento, ¿No lo crees?Seth giró lentamente sobre su propio eje, notando cómo Deimos mantenía las manos semiabiertas a los costados, listas para actuar, pero sin buscar p
Al marcharse, sus pasos dejaron huellas profundas en la tierra blanda como una metáfora demasiado clara del peso que cargaba. Seth observó cómo Deimos se llevaba instintivamente una mano al antebrazo justo donde llevaba una cicatriz que Seth no supo cómo la había sanado bien por su apariencia tan profunda. Una herida que Mia había sanado en otro tiempo, en otra vida. El silencio que quedó en el lugar no era de tregua, sino de algo más complejo, el reconocimiento mutuo de que, en esta guerra, quizás ellos ya habían perdido algo más importante que una pelea.Seth, no estando dispuesto a rendirse, corrió detrás de Mia y cuando la alcanzó antes de que entrara al castillo, sujetó su brazo e intentó besarla, pero entonces, el aire se cortó con un chasquido seco cuando la palma de Mia impactó contra la mejilla de Seth. No fue un golpe dado con furia ciega, sino con la precisión calculada de quien ya no tiene palabras que ofrecer. Seth no retrocedió, su cuerpo de alfa apenas se movió, pero al
El salón principal del castillo se sentía vacío, pese a que algunos comandantes y soldados que estaban reunidos en él. La atmósfera estaba impregnada de un pesado silencio, roto solo por el sonido ocasional del viento golpeando las ventanas y el eco de los pasos de Liam y Lukas al entrar. Mia, estaba sentada en la cabecera de la mesa de estrategia, levantó la mirada al verlos llegar. Su postura era firme, pero el agotamiento se notaba en sus facciones.Liam llevaba consigo un pergamino enrollado, mientras Lukas cargaba unos documentos marcados con anotaciones urgentes. Ambos tenían expresiones graves, reflejando la magnitud de los acontecimientos que estaban a punto de informar.—Reina Mia —Comenzó Liam, con un tono solemne mientras se detenía frente a ella. —Hemos evaluado las pérdidas, y... lamentablemente no son buenas noticias.Mia tomó aire profundamente, al tiempo en que enderezando su espalda preparándose para lo que venía.—Dime todo. —Pidió enarcando una ceja, su voz era firm