No sé cómo sentirme con lo que acaba de pasar.
Hasta hace unos días, Santiago era mi peor enemigo, y ahora está detrás de mí, desnudo, dibujando pequeñas caricias sobre mi piel. Dejando besos cortos que me hacen sentir… ¿amada?
¿Puedo siquiera sentirme amada?
Hasta el momento, él no ha tocado ese tema, y mi orgullo me impide preguntar.
Ya es hora de volver a casa. Mi padre debe estar preocupado.
Quiero preguntarle.
Pero no puedo.
Él me observa, nota mis dudas, lo sé… pero no dice nada. Solo me pasa mis prendas sin una palabra. Asumo que es mi señal para largarme.
Salgo.
Y él no va tras de mí.
Eso me descompone.
Mi casa no está lejos, pero mi cabeza es un muy reburujado laberinto sin salida.
¿Qué acaba de pasar?
Desde que Santiago se alejó de mí hace años, me prometí que jamás le daría el placer de verme afectada. Y ahora… ahora acabo de entregarle mi cuerpo como si nada.
Y no fue solo físico.
No fue como con otros chicos con los que intenté distraerme e