(Narrado por el padre de América)
Los pecados del pasado nunca desaparecen. Se ocultan en los rincones de la memoria, se entierran bajo excusas y se disfrazan de errores olvidados. Pero tarde o temprano, regresan. Siempre regresan.
—Hija, puedes dejarme a solas con Nora.
Mi voz suena más dura de lo que esperaba, pero no me retracto. América me mira con el ceño fruncido, confundida. No está acostumbrada a escucharme hablar así. Yo tampoco estoy acostumbrado a hacerlo. He pasado mi vida siendo paciente con ella, tratándola con cariño, asegurándome de que nunca tenga razones para temerme. Pero esto es diferente. Esto es algo que debí haber enfrentado hace años.
Nora también lo siente. Puedo verlo en su rostro, en la manera en que sus labios se separan ligeramente y su respiración se vuelve errática. Está nerviosa. Como si supiera exactamente lo que estoy a punto de decir.
No aparta la vista de mí. Su expresión cambia rápidamente entre sorpresa, incomodidad y, finalmente, miedo.