La euforia de mi pelea con Tania sigue en el aire, pero para mí ya es cosa del pasado. No me importa lo que digan, ni las miradas que ahora me siguen a todas partes. Me acostumbré demasiado a estar sola como para emocionarme porque, de la nada, todos quieren estar cerca.
Santiago sigue distante. No se ha dirigido a mí desde la pelea, y aunque no voy a admitirlo en voz alta, hay una parte de mí que esperaba otra reacción. Una pelea, una burla, algo. Pero no. Solo silencio.
La paz dura poco.
Porque justo cuando creo que puedo relajarme, el problema me encuentra.
—Bonito espectáculo el de la otra noche.
La voz grave y rasposa me saca de mis pensamientos. Me detengo en seco. No reconozco a la persona que me habla, pero tampoco necesito mucho para darme cuenta de que no es un estudiante.
Es un hombre. Mayor.
Alto, con una chaqueta de cuero gastada y cicatrices en los nudillos que no dejan dudas de a qué se dedica. Me observa con una media sonrisa ladeada, co