Capítulo 34

Llego a casa sin recordar cómo.

Vanessa no me pregunta nada. Tal vez porque sabe que si abre la boca, voy a romperme.

Me encierro en mi habitación, con el corazón golpeando tan fuerte que duele.

Pero no me quedo ahí.

Porque si lo hago, me voy a asfixiar.

Así que hago algo que jamás pensé que haría.

Salgo.

Camino por la casa en la oscuridad y me detengo frente a una puerta que no suelo tocar.

Toco dos veces.

—¿Papá?

Su voz tarda en llegar, pero cuando lo hace, suena sorprendida.

—¿América?

Abre la puerta y me mira con el ceño fruncido. Lleva una camiseta vieja y pantalones de pijama. Claramente estaba por dormir.

—¿Puedo entrar?

Mi padre asiente y me hace un gesto con la mano.

No sé por qué estoy aquí.

O tal vez sí lo sé.

No tengo a dónde más ir.

Me siento en el sillón de su habitación, con las piernas recogidas. Me mira con cautela.

—¿Qué pasa?

No sé por dónde empezar.

Así que solo… lo suelto.

Todo.

Desde el principio.

—Santiago y yo éra
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