No sé en qué momento acepté esto.
Tal vez cuando Santiago apareció con su sonrisa ladeada, diciendo que íbamos al cine. Tal vez cuando Vanessa me miró con esos ojos de súplica, como si necesitara apoyo moral. Tal vez porque, aunque sé que este idiota no tiene idea de cómo ser un novio normal, aún quiero ver qué clase de desastre es capaz de hacer.
Y bueno, aquí estamos.
Lo primero que noto cuando entramos a la sala de cine es que, de alguna forma, Santiago y JC se han sentado juntos. Ni siquiera lo discutieron. Simplemente se acomodaron en sus asientos sin mirar atrás, dejando a Vanessa y a mí a un lado, como si fuéramos un par de extras en su maldita cita.
Vanessa me mira de reojo, incómoda. Yo alzo una ceja.
—No sé qué esperaba —susurro, cruzándome de brazos.
Ella tampoco.
La película comienza y, para mi sorpresa —o no—, Santiago y JC la disfrutan como si fueran niños pequeños. Se inclinan hacia adelante en sus asientos cuando hay una persecución en auto, comentan ca