(SD)
La puerta se cierra con un golpe que resuena en la habitación. América está ahí, frente a mí, en el mismo lugar donde siempre estuvo, pero ahora todo se siente diferente. Su mirada es dura, como si estuviera lista para arrojarme todo lo que lleva dentro, y joder, no sé si estoy preparado para eso.
—¿Qué quieres? —le pregunto, sin saber si quiero saber la respuesta o si prefiero no saber nada. Mi voz sale más áspera de lo habitual, como si algo dentro de mí estuviera resistiéndose a esta maldita conversación.
Ella no responde de inmediato, se queda en silencio, como si estuviera decidiendo qué decirme. Y eso me saca de quicio, porque sé que en el fondo, su silencio lo dice todo. Yo no quiero que me mire así, con esos ojos llenos de mierda, de rabia, de algo que ni siquiera puedo entender. Y lo peor es que, mientras me mira, me siento como un maldito estúpido por no saber qué hacer con ella, con su dolor. Con lo que se supone que soy para ella.
—Estoy harta —dice por fin,