NARRADOR.

La tarde caía sobre la ciudad cuando el convoy presidencial tomó la avenida principal rumbo al Palacio. Carlos acababa de salir de una reunión en el Ministerio del Interior. Los gemelos habían sido dados de alta esa mañana, y Camila estaba en casa con ellos, organizando el personal, revisando informes, tratando de mantener el equilibrio entre el deber y la maternidad. Por primera vez en meses, el país respiraba una calma aparente.

El vehículo avanzaba entre motos escolta y camionetas blindadas. El tráfico se había despejado gracias al operativo de seguridad. Todo parecía en orden. Hasta que no lo fue.

A dos cuadras del Palacio, una camioneta blanca giró bruscamente desde una calle lateral. Nadie alcanzó a reaccionar. El impacto contra el primer vehículo de la caravana fue tan violento que el sonido pareció reventar el aire. En segundos, el caos estalló: disparos, humo, gritos. Los escoltas respondieron, cubriendo los costados, mientras otra camioneta negra bloqueaba la salid