Mikey recibió a Lía con una gran sonrisa, dejando a un lado la herramienta que estaba usando.
—¡Por fin has vuelto, jefa! El lugar no es lo mismo sin usted.
—Hola, Mikey —lo saludó Lía, sonriendo— ya estoy de vuelta, aunque solo vendré los fines de semana, por ahora.
—Ayer por la noche el Sr. Holm trajo una reliquia —dijo Mikey, señalando con el dedo hacia un rincón donde la vieja Nimbus Type C estaba ahora sobre un caballete.
—Sí —asintió Lía, acercándose— trabajaré en ella, es un encargo especial, muy importante.
—Jefa, sobre su escritorio están los libros contables, y en el cajón he puesto las facturas, todas las cuentas están en orden, cuando su padre me dió tiempo para sacar mis herramientas, me llevé todo.
—Gracias, Mikkel, sabes que confío en ti plenamente.
—Lo agradezco, jefa, Diego era para mí como un hijo, y sé que está contento al ver que el taller sigue adelante —Lía asintió, no podía evitar sentirse triste cuando alguien mencionaba a Diego.
Luego, Mikey hizo una seña a u