Arthur suspiró profundamente, agarrando fuertemente el volante.
—Lía —dijo, mirándola comprensivamente— entiendo tu necesidad de verlo, créeme que lo hago, pero te aseguro que no puede ser él, podría ser alguien que se le parece, ya ves que dicen que en este mundo hay siete personas idénticas viviendo en un mismo tiempo, ¿Viste el rostro? ¿Estás segura?
Lía, negó con la cabeza.
—No —murmuró — solo vi su espalda cuando iba entrando en ese hospital privado.
—Ja, ja, ja —Arthur se rió— vamos, Lía.
—¡No te rías! —protestó ella— Mikkel es alto, y su espalda es ancha, ¡muy ancha! Lo reconocería donde fuera, estoy segura.
—Lía —dijo Arthur, poniéndose serio— sé que lo extrañas, pero piensa, ¿sabes cuántos hombres altos y de espalda ancha hay en este país? Miles, debe de ser el estándar nacional para hombres mayores de metro ochenta.
Ella se sintió profundamente avergonzada, Arthur tenía razón, por supuesto que la tenía, deseaba y anhelaba tanto verlo, o una señal de que él también pensaba e