Al otro día por la mañana, Mikkel se despertó con una tremenda resaca, la cabeza le latía de tal manera que sentía como si le fuera a explotar en cualquier momento, se levantó despacio, sentía el estómago revuelto y la boca seca, se quedó sentado en la cama por un momento, respirando profundamente, intentando que la habitación dejará de girar a su alrededor.
—Joder… —murmuró de mal genio —eso es por tu culpa, Lía.
Buscó el teléfono y enseguida le marcó a Arthur, el teléfono sonó varias veces antes de que Arthur contestará, por el tono de su voz se notó que lo había despertado.
— ¿Mikkel? ¿Qué pasa? Aún es temprano.
—No iré hoy a la oficina —dijo Mikkel— anoche me pasé un poco de copas, trabajaré desde casa, si se presenta algo importante, me llamas, me daré un baño y después iré a buscar a Lía.
Arthur se quedó callado un momento, ¿Lía no estaba con él? ¿Por qué había bebido Mikkel?
— ¿Estás bien? —preguntó, aunque por su tono sabía que no lo estaba.
—Esta maldita resaca que no me deja