Por la mañana, Elin cruzó el pasillo, la orden de Mikkel la hacía sentir furiosa. ¿Ya no era necesaria? Después de meses aguantando su maldito carácter, después de escucharlo gemir el nombre de “otra” entre sueños, y Henrik, ese maldito viejo entrometido, la había respaldado.
Por supuesto que no se iría así,
Llegó a la puerta de la habitación de Mikkel, está vez no llamó, solo giró el pomo y empujó la puerta.
La habitación estaba en penumbras, solo entraba un ligero rayo de luz por la esquina de la ventana.
Iba a llamarlo, pero en ese momento la puerta del baño se abrió.
Mikkel salió, estaba cubierto tan solo con una toalla blanca enrollada en la cintura, finas gotas de agua le bajaban por el torso desnudo, Elin apretó los labios al mirar sus marcados abdominales y su pecho ancho, tenía el cabello mojado sobre su frente.
Él se detuvo al verla, sus ojos grises mostraron sorpresa, pero al instante se volvieron fríos.
—¿Qué coño haces aquí? —dijo, molesto— sal, ahora.
Elin no se movi